¿Cómo sueña alguien que nunca ha visto?

¿Puedes acariciar los sabores? ¿De qué color son los sonidos? ¿Cómo sueña alguien que jamás pudo ver?… Existe un lugar en la capital mexicana donde una entrada vale una reconciliación con cuatro de tus sentidos. También una guerra contra otro. «¿Qué se gana al perder la vista?», plantea Héctor (Delfín) Fernández, director de la idea.
Él mismo reconoce que «Sensorama es difícil de definir. ¿Un taller, una obra de teatro, una terapia?… Yo opto por llamarlo experiencia». Lo que ocurre desde que Carlo, uno de los monitores de las tres vivencias por las que se puede optar en Sensorama, pide al reducido grupo de asistentes que se venden los ojos, que agarren los hombros de la persona que encuentren delante, y que les sigan hasta –quizás- otro espacio, es cuestión de lo que quiera recordar cada uno.
«Cuando rompes la forma normal de ver y percibir conectas con otras áreas del cerebro. Necesitas una visión nueva. A nivel cerebral, tus otros sentidos se agudizan más, y empiezas a ver las cosas con otra perspectiva», explica Delfín. Su técnica consiste en «cerrar la puerta a la imagen, proponiendo la sensación en sí. Generar así nuevos códigos que se desarrollan y expresan en el escenario interno de cada participante».
Dentro de la sala uno no sabe donde está, porque no lo ve. O sí lo sabe, pero de otro modo. El suelo es blando y unas manos se acercan, se alejan y dan órdenes sin voz. El movimiento es libre. Todo es libre. ¿Qué tintinea a la izquierda? ¿Por qué de repente huele tanto a romero? ¿Estoy saboreando una pasa? Debe ser una rodilla lo que tengo en la espalda…
Captura de pantalla 2014-05-09 a la(s) 12.36.55
«En esta obra de teatro vosotros sois los directores y vosotros sois los actores», explicaba Carlo al público cuando aún veía. «La representación saldrá tan bien como vosotros decidáis. Tenéis una oportunidad para ver con el resto de los sentidos»
Delfín sabe lo que hace con esto. Su tesis doctoral trataba precisamente sobre la supremacía de la vista sobre el resto de los sentidos, un poder que tiene una perspectiva negativa. «La vista está por encima de el resto de los sentidos. Para casi todo nos basamos en ella. Desde el punto de vista biológico, eso provoca un proceso desensibilizador. No desarrollamos el resto», explica el experto. «Sin embargo, cuando cierras los ojos, te reflejas hacia dentro, sensibilizas más profundo. Por eso los cerramos cuando pensamos, cuando besamos, cuando abrazamos…  Rompes las formas, sales del confort sensorial. Te trasladas a otro tipo de emociones y otros conceptos».
Dentro de la sala otras manos, en apenas dos suaves toques, ordenan claramente que te tumbes en el suelo. ¿Es seda lo que tengo sobre la cara? Quizás una nube, porque ahora hay viento. Sabe a miel. ¿Por qué demonios estoy bailando? Está muy frío lo que sea que alguien me puso en las manos. Ahora huele a menta… Debe de haber salido del sonido del tambor…
Delfín considera que nos hace falta un regreso a «lo concreto» porque nos hemos sumergido demasiado en «lo abstracto». «Yo propongo desarrollar ambos lados. Lo abstracto no hay que abandonarlo. Lo explicaré con algo así como que es bueno tener amigos de Facebook, pero también hay que ver a tus amigos realmente. Hay que conectar ambas partes. Lo virtual, algo en lo que pasamos mucho tiempo, sería ese campo abstracto. Hasta las mismas palabras. La palabra es el sustituto simbólico de la realidad. Yo digo árbol y tu imaginas un árbol, la palabra lo sustituye de manera abstracta, pero no estás con un árbol de verdad, que sería lo concreto. Es distinto palpar lo real. No debemos alejarnos de eso».
En su afán por demostrar todas las cosas que nos estamos perdiendo al llevar los ojos abiertos, su próximo proyecto (que realizará por primera vez el 24 de mayo con un grupo de 9 personas) consistirá en una excursión guiada por él mismo en el que los asistentes pasarán 24 horas de vivencias con los ojos vendados en Tepoztlan. «Estarán en la montaña, pasearemos, tomaremos café… ¿Cuántas cosas sabías disfrutar con los otros sentidos?», revela el objetivo de su excursión de ciegos voluntarios.
Cuando la hora de ceguera se acaba en la experiencia Colores, sin que ni una sola imagen ni una sola voz haya entrado en contacto contigo durante todo ese tiempo, la obra llega a su fin. Esa obra que tu mente y los elementos hayan querido fabricar. Las vendas se caen y los participantes vuelven a estar a la vista de sus desconocidos compañeros de grupo. La luz significa la bajada de los telones. Unos musitan, otros parpadean, otros se sonrojan y una chica rompe a reír a carcajadas.
«Es muy importe tener una sensibilidad consciente para una comprensión de la sociedad», dice Delfín, «eso nos hará alcanzar la armonía».

*Las experiencias de Sensorama son:
Colores (Viernes y Sábados 16:00, Domingos 13:30)
Cosas que solo de muerto se saben (Viernes y Sábados 18:30, Domingos 16:00)
Cuatro Elementos- Cantos Indígenas (Sábados 13:30)
Captura de pantalla 2014-05-09 a la(s) 12.36.13
 

No te pierdas...