De clones y franquicias

Cuando yo era un niño, en mi barrio las peluquerías se llamaban Manoli, las fruterías Hermanos Alonso y las ópticas Doctor Rubio. Hoy día Marco Aldany, Don Fruta o Alain Afflelou multiplican sus establecimientos idénticos como una invasión imparable. El altar del capitalismo exige eliminar todo lo pequeño, ignorando que cualquier ecosistema se basa en sus eslabones mínimos.

Ya publiqué en estas páginas un post acerca de la “Erótica de las ferias”, y ha querido la justicia poética que durante Expofranquicia yo mismo anduviera embarcado en un proyecto y dispusiera de mi propio, aunque pequeño y modesto, stand. Los tres días de intenso trabajo a pie de moqueta me han permitido radiografiar el surrealista mundo de la franquicia en nuestras tierras.

La cadena de restaurantes italoamericanos La Mafia se sienta a la mesa, o los sex shop para chicas Canela en Polvo, donde te regalaban preservativos, se mezclaban con Carrefour, Dia y otro montón de cosas que el ciudadano medio quizá no sabe que son franquicias. Eroski, Geox, Lizarrán, Midas, No+Vello, Enjabonarte, La Despensa, D-pílate, Spar, La Huerta de tu casa… Y la firma de control de plagas Truly Nolen, que llevó un escarabajo gigante para demostrar su eficacia (marca Volkswagen, no vayan a pensar).

Es práctica común acudir a una feria de la franquicia a pasar la tarde y a alimentarse gratis, haciendo cola para que te den un yogur aquí, otro allá, un cucurucho de pasta sostenible y un café solidario de postre.

El momento cumbre aconteció cuando la feria se preparaba ya para cerrar, y los acordes de “Gold” de Spandau Ballet llenaron el Pabellón 6 de IFEMA. Unos metros más allá, en el stand de una firma dedicada a la compra-venta de oro, ejecutivos trasnochados, con gemelos, caracolillos tras las orejas, corbata roja y traje azul se desgañitaban y desafinaban de lo lindo con el himno ochentero. Les acompañaba el staff de la firma, una tropa de figurantes que durante toda la feria animaron el cotarro con musculosos dominicanos con pelucas hiper rizosas, ataviados con falsos brazaletes, collarones y anillotes, todo ello del oro más escandaloso (y falso, por cierto, por razones de seguridad).

Cuando uno descubre alguna taberna con encanto y sabor auténtico, y se cree el mejor cool hunter por ello, resulta que pertenece a una multinacional y que tiene presencia en veinte países. Incluso negocios tradicionales como la reparación de calzado o la copia de llaves están en manos de grandes cadenas.

En el otro extremo de la franquicia encontramos el Guggenheim y sus sucursales . Incluso el Museo del Louvre tiene prevista abrir su primera franquicia en Abu Dhabi. La crisis ha paralizado de momento esta locura, que a los franceses no ha sentado nada bien. ¿Viajaría la Gioconda al desierto privando a Paris de su sonrisa misteriosa?

En la calle principal de casi todos los pueblos del Reino Unido se repiten tristemente en una letanía predecible los mismos establecimientos: Primark, Poundland, Greggs, William’s Hill, Tesco… En la vieja Europa ya no hay espacio para lo insólito.

Pronto las personas también podrán franquiciarse. Pagando un cierto canon de entrada, uno tendrá derecho a ser una copia exacta de George Clooney, por ejemplo. En realidad, mediante la clonación se pueden obtener franquicias de uno mismo, como ya hiciera el caza recompensas Boba Fett para preparar así un ejército clónico al servicio del Imperio.

Se dice que Florentino Pérez, que tiene visión de negocio a largo plazo, ha encargado a una firma coreana un estudio sobre la posible clonación de Cristiano Ronaldo… y lo más sorprendente, de Leo Messi.

El vacío legal lo permite, así que aprovechen en la próxima feria y acérquense al stand de Clonalia, con un poco de ADN de quien quieran franquiciar.

Foto: Tom Bullock bajo licencia CC.

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