Este fin de semana, la cultura y el arte decían adiós a dos de sus grandes observadores: Frank Gehry, el arquitecto que lograba hacer bailar al titanio, el acero o el cristal, y Martin Parr, el fotógrafo del costumbrismo británico por excelencia. Ambos han convertido en legado su manera de mirar el mundo.
En el caso del último, su nombre quedará para siempre a las escenas de personas en la playa, pilladas in fraganti tomando el sol o mirando al infinito. Parr fue capaz de elevar una escena del imaginario colectivo como la del turista inglés con la piel enrojecida por el sol a la categoría de arte.
. El coleccionista de comportamientos humanos. La playa fue quizás su escenario favorito para captar la cotidianeidad. «Puedes leer mucho sobre un país observando sus playas. En todas las culturas es un lugar que concentra las costumbres nacionales más estrafalarias», reflexionaba el inglés en la introducción de su libro Life is a Beach.
Parr centró su obra en Reino Unido al ser «un país donde nadie está a más de 120 kilómetros de la costa» y al ser un espacio que permite que «las excentricidades británicas afloren».
Aunque la orilla del mar no fue su único objetivo. Un festival de música o la cola para entrar a un espectáculo podían dar tambien mucho juego. Porque Parr no buscaba la épica ni la pose, solo lo que hacemos cuando olvidamos que estamos en público. Por esa capacidad para mostrar lo espontáneo con tal maestría, Parr fue elegido en 2017 por la BBC para renovar sus cortinillas.
. El Brexit no mola. Pese a que Parr trataba de mostrar en sus fotografías la diversidad de la sociedad británica, el resultado de la votación del Brexit no fue de su agrado, precisamente por evidenciar en demasía las diferencias sociales en su país: «Los productores se mostraron a favor de Europa, pero sin demasiada convicción. Las ciudades ricas como Londres o Bristol también votaron permanecer en la UE. Sin embargo, las comunidades rurales y la clase obrera eligieron el Leave», explicó en declaraciones a la revista francesa Telerama.
. Su mirada no denunciaba: amplificaba. Bastaba un pequeño desplazamiento, un encuadre un poco más impertinente, para que lo cotidiano revelara su naturaleza absurda.
. Lo ordinario, en sus manos, se convertía en un espectáculo coreografiado. Playas, buffets, multitudes vacacionales: su archivo es un catálogo del turismo como fenómeno antropológico.
. Sin Tony Ray-Jones, no habría existido este Parr. Siempre señaló a Ray-Jones como su maestro. De él heredó la ironía, el interés por la vida pública británica y la certeza de que la comedia humana sucede a plena luz del día.

DEP, Martin y Frank.






