Diariamente se anuncian en todos los medios generalistas productos para incrementar nuestra memoria, nuestra fuerza diaria, nuestra energía o nuestra claridad de ideas. ¿Por qué a los deportistas no se les permite esa muleta química que les ayudará a pagar el colegio de sus hijos… o su jet privado?
(foto: Armin Kübelbeck bajo lic. cc)
La marabunta quiere espectáculo, quiere ver cómo se pulverizan marcas en cada cita olímpica, quiere ver lo imposible… A nadie le preocupan las lesiones irreversibles que produce el deporte de élite en los sufridos cuerpos de sus protagonistas. Entonces, ¿a qué viene rasgarse las vestiduras cuando se descubre que tomaron cualquier golosina incluida en las listas negras?
Cuando un magistrado del tribunal tiene noticia de que una sustancia ha sido incluida en una de esas listas, ya hay tres docenas de laboratorios sintetizando una nueva molécula indetectable… como lo fue la EPO durante años. Es una carrera absurda y sin ninguna posibilidad de éxito.
La lista oficial en cuestión, que se puede descargar aquí, es para morirse de risa, sobre todo si has estudiado química y/o biología. Allí averiguamos que el alcohol está prohibido en el kárate y en el ¡tiro con arco! ¿Por qué? ¿Acaso es más certero un arquero borracho, o es por proteger al público de las flechas incontroladas?
Nada hay más degradante que estar disponible 24 horas al día por si se produce un control sorpresa, orinar en un frasquito, tener que notificar a la federación correspondiente cada movimiento, o cada fin de semana romántico, o cada escapada al infierno…
Y respecto a los efectos secundarios o a esa repentina preocupación por la salud de las estrellas del deporte, el futuro de los plusmarquistas está trazado de antemano. Sus carreras son cortas (excepto si su deporte es el ajedrez). Con suerte, habrán ahorrado para abrir un gimnasio en su pueblo. Solo un puñado permanece en la élite.
En un futuro muy próximo, el mejor equipo será aquel que encuentre los mejores atletas y las mejores sustancias para incrementar sus ya de por sí sobrenaturales rendimientos. Así como en el mundo de la F1 hay dos premios, el de pilotos y el de escuderías, en el atletismo y el deporte en general podría haber dos categorías: la de los atletas en sí… y la de sus equipos médicos.
Al populacho enardecido le encanta ver los rostros desencajados de sus ídolos luchando contra los elementos, décimas de segundo antes de batir sus propias marcas mundiales (a ser posible a cámara lenta). Qué hipócrita resulta exigirles que ese esfuerzo no vaya acompañado de otro más silencioso, el de la química que circula por sus venas. The show must go on!
Nadia Comaneci, ahora alejada de los focos pero objeto de gran controversia en los años setenta, fue sometida a un tratamiento hormonal para retrasar su pubertad y que su cuerpecillo siguiera maravillando al mundo batiendo todos los récords. Cuando se conoció su escalofriante relato, ¿se le anularon por ello sus medallas olímpicas? No.
En ninguna otra profesión se penaliza intentar mejorar el rendimiento mediante sustancias dopantes. ¿Se imaginan una agencia de publicidad donde se sometiera a tests químicos a todos sus miembros? ¿O un rodaje sin dealer autorizado? ¿O una oficina de brokers en el corazón de Wall Street sin paseítos al WC? Vale, si usted es frutero, profesor de griego, azafata o violinista, probablemente nunca precise de un apoyo químico adicional.
Viendo a Armstrong con su calculada emoción confesar a Oprah que sí se había dopado, a uno le asalta la duda de que la que realmente estaba dopada es Oprah. La traducción literal de Armstrong es ‘Brazo Fuerte’. Y así debería ser recordado.
No se engañen, por mucho que usted o yo tomemos EPO de tercera generación, nos hagamos autotransfusiones o bebamos zumo de ojo de yak… nunca ganaríamos siete Tours de Francia.