Marta es tuchi cuando dibuja, como James es Bond cuando espía. A ella no le gusta este personaje, entre otras cosas porque ella no espía, ella observa todo lo que la rodea pero con la misma elegancia y carisma que un agente doble cero. Tuchi se inventa cada vez de dónde viene su nombre. Ha llegado a decir que era el de un astronauta. Una noche le dijeron que significaba nube en ruso, pero le pareció cursi, así que añadió el hombre del espacio al cuento, “si metes un astronauta de por medio cualquier historia gana”.
Mar-tuchi es una joven ilustradora madrileña que con sólo dos añitos vio que los lápices los iba a tener muy a mano, quizá demasiado, porque a esa edad se clavó uno haciéndose una brecha de siete puntos en la frente. Desde entonces todo es un lío para ella.
Lío o no, las cosas le han ido rodadas. Ha vivido en Ámsterdam, Nueva York y Londres y dice que sobrevive bastante bien. Su talento se ve en las frases ingeniosas y cotidianas de sus dibujos de trazo rápido. Palabras que acompañan unas ilustraciones parcialmente inacabadas redondeándolas y llenándolas de frescura.
Comenzó su carrera tras estudiar publicidad, y ahora trata de compaginar freelances con sus trabajos de ilustración. Su obra recuerda en parte a los tachones que hacía Cy Twombly, al que admira, pero comenta que además de al pintor americano, tiene otras influencias. “Admiro mucho, mucho a mucha gente. A Basquiat, y también a Woody Allen. A Hitchcock, a Liniers, a William Eggleston, a Martes y 13, a Nina Simone, los Monty Phyton, Joe Strummer, Onetti, a Mazzucchelli, a Jean Giraud, a Louise Bourgeaois, a Bertollucci y así estaría todo el día, aunque al final los que más me inspiran son las personas que me rodean”, explica.
A tuchi le cuesta hablar de lo que hace “No sé cómo describir mi trabajo. Es algo intuitivo. Hago dibujos que hablan”. Pero termina comentándolo con detalles muy visuales y contestando como si dibujara.
“Es como tener acceso a la libreta de bocetos de la gente, las cosas como salen, con sus tachones y su feo espontáneo, te desnudas. Algo que se hace para uno sin tener en cuenta quien lo verá. Al final vivimos un contexto muy cercano y eso hace que algo que es muy tuyo, se convierta en un mensaje más o menos profundo para otro, que sin saber muy bien porqué le roza. Y no es lo mismo que te rocen con un jersey de cashmere a que lo hagan con una mano congelada o incluso con un palo”.
La fuerza de muchos de sus garabatos y las verdades como puños de sus reflexiones son más un grito definido que se hace notar en un mundo abarrotado de mensajes. La aparente simpleza y el más por menos como expresión identifican su estilo. No le tiene miedo al espacio en blanco y sí la suerte de saber parar “Para mí un yayayay no termina hasta que no tengo esa sensación de que encaja, como si hiciera «clic» en mi cabeza. Sentir eso es lo mejor que tengo”.
Del futuro dice no tener idea pero asegura que estará bien. Yo espero que así sea para que sigamos escuchando sus dibujos, aunque parezcan incompletos.