En el ojo ajeno: El turrón 2.0

9 de diciembre de 2010
9 de diciembre de 2010
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Hay muchas teorías sobre el origen árabe del turrón. Hacia el siglo VII era un invento para mantener un ejército hipercalórico a base de frutos secos, harina y miel. Con los siglos, la cosa llega a Valencia y se va refinando.  Los abuelos de nuestros abuelos lo convirtieron en postre navideño, pero ha sido nuestra generación la que definitivamente le ha dado un vuelco.

¿Postre? ¿Llamaban a aquello postre? No había cristiano que lo deglutiera. Recuerdo que después de comer cardo, perdiz, cordero y cualquier otro exceso, llegaba la pesada bandeja de turrones.

La cosa empezaba con un puñado de pasas, nueces y peladillas.  Después de masticar un buen rato el mejunje, algunos se animaban con el turrón duro, esa broma hecha postre de ortodoncia.  Yo me recreaba separando la capa de papel comestible, que se quedaba pegado al paladar como ‘ironfix’. Así ganaba tiempo mientras veía como otros iban cayendo al sofá.

La tortura seguía con un chute de turrón blando, conocido a nivel mundial por ser el único alimento que no se puede desempaquetar sin llenarse de grasa.  A pesar de su nombre, el turrón blando es una bomba de relojería que pasa por ser el alimento más denso jamás creado por el ser humano. Es como mezclar mantequilla de cacahuete con plastilina de almendra, harina secante, mantequilla derretida, mucha tradición y mucha sed.

La criba llegaba con el turrón de guirlache, el que siempre sobraba porque era como una silicona de caramelo que te pegaba los dientes y te anestesiaba las papilas gustativas.

Después de eso ya sólo quedábamos 2 o 3 comensales vivos. Con la boca de corcho y la lengua de trapo, aún nos esperaba el mazapán gomoso, la fruta escarchada y los alfajores. La puntilla para secarle a uno la boca y el alma del todo era un polvorón absorbente con el que intentar decir “blambloma”( Pamplona)…  ¡Un vaso de agua por misericordia!

Está claro que a todo aquello le faltaba Palate marketing (paladar),  taste morphing (modelado de sabores) y  business opportunity market approach  (arrimar el ascua a la sardina), y le sobraba tradición y calorías. Así que hemos acabado en plan turrón 2.0.

Hoy, en tiempos del Ferrero Rocher y la Pantera Rosa deconstruida, la bandeja de turrones es una gran paleta de productos y sabores,  product palette  (productos paletos). Hay turrón light, de mouse de café,  de arroz con leche, de crema catalana, de regaliz, de fresa o de piña….  Y lo único en que se parecen a los de nuestros abuelos es que todos miden más o menos  lo mismo y que en todos pone “Turrón de” delante de cualquier ocurrencia. Como no hay Navidad sin turrón, hoy he estrenado un turrón de Lacasitos y admito que está rico… ¿Le habría gustado a los soldados de Tarik?

5 Comments ¿Qué opinas?

  1. Si señor! sólo te han faltado esos dulces que tenían (supongo que todavía tienen) forma de almendra, con masa de pan sin levadurea exteruor y una argamasa de almendra xxDulce en su interior. Por lo demás la foto es impecable, sólo me falta el aroma a langostino en los dedos mientras se le mete un viaje a la zona más despoblada de la bandeja, la zona del Suchard de chocolate.

  2. Chapeau!! Has descrito a la perfección la foto de mi comida de Navidad!! con la diferencia de que ya estamos en el sofá….gran descrpción del turrón blando!! Todo eso unido al sabor de boca con el que empiezas después de comerte tres rodajas de piña o melocontón en almíbar…

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