Durante el día hacía dibujos infantiles. Coloristas, redondeados, amables. Ilustraban libros que ella no había escrito, historias que le eran ajenas. Pero al llegar la noche, el lápiz de Maite Mutuberria escupía suciedad. Sus trazos se volvían más angulosos, su letra más espasmódica y sus sombras más oscuras. Dibujaba su propia historia. Así la ilustradora fue llenando de borrones, bocetos y dibujos decenas de cuadernos, vomitando todo lo que tenía dentro sin mayor pretensión que la de expulsarlo. Hace un año se preguntó si quizá podría recopilar y ordenar todos esos fantasmas en forma de bocetos y hacer con ellos un libro.
Enorme suciedad es el resultado de aquella experiencia. Aunque Mutuberria lleve ocho años trabajando como ilustradora, prestando su pluma a historias ajenas; este es el primer proyecto propio, personal. Tan personal, reconoce, que ahora que ha llegado el momento de presentarlo tiene algo de pudor. Algo de miedo.
Una de las cosas que le da miedo a Mutuberria es precisamente la que está haciendo ahora. Dar una entrevista. «Pensaba que a lo mejor me vería obligada a contar mi vida y no busco eso», explica. No cree que tenga que explicar de qué experiencias nacen estos dibujos para que el lector pueda entenderlos.
De hecho, lo que busca es justo lo contrario: que sean los dibujos los que pongan forma a las experiencias del lector. O como ella misma indica, «que alguien lea el libro y que, aunque no sea su historia, pueda sentirse identificado y le provoque sensaciones». En ese sentido, Mutuberria dice empezar a sentirse aliviada. En las últimas semanas varios lectores le han escrito para decirle exactamente eso.
La autora no quiere entrar en detalles a la hora de explicar la génesis de su libro, aunque es cierto que tiene un origen personal. De hecho, define Enorme suciedad como «el diario de una crisis». Dice que nace de una época oscura y que plasmarla le ha servido, no para enterrar esa suciedad de la que habla el título del libro, «sino reconciliarme, aprender a convivir con ella».
Mutuberria disfruta ilustrando las historias de otros, «sobre todo si esas historias me provocan imágenes», matiza. Normalmente lo hace con cuentos infantiles o libros de texto. Sin embargo, comenta que el proceso de creación de este libro ha sido especial. «Me he sentido más libre y he podido pensar la estructura del libro en su totalidad o el tono que le quería dar a la obra», explica.
Podría pensarse que el trabajo anterior de Mutuberria está en las antípodas de lo que ha realizado en este libro, pero en realidad no es así. A primera vista los dibujos son diferentes, pero un vistazo en detalle revela rasgos comunes. Puede que los trazos aquí sean más violentos, más desordenados, puede que tiendan a convertirse en borrones y tachados, o que en ellos se haya desterrado el color. Son en realidad una versión cruda de su estilo.
[pullquote author=»Maite Mutuberria» tagline=»Ilustradora»]Este libro me ha servido no para enterrar esa suciedad sino para reconciliarme, para aprender a convivir con ella[/pullquote]
«He mantenido la estética de bocetos porque me gustaba y me parecía que iba muy bien con la historia», explica la autora. A su juicio, estos transmiten «esa sensación de inmediatez, esa expresividad… Reflejan muy bien la fuerza con la que han sido hechos». Mutuberria asegura que lo que ha ido plasmando en sus cuadernos «sí que tiene que ver con otros trabajos anteriores».
Sin embargo, se adivina en su forma de hablar que estos dibujos son especiales, que son más personales, más suyos. Al menos lo han sido hasta hace poco. Ahora el libro se ha publicado y de dónde hayan surgido ya es irrelevante. Lo importante, sostiene la autora, es que hagan sentir cosas.