Los cuentos infantiles son una parte muy importante del crecimiento. Lo llevan siendo desde hace mucho mucho tiempo, ya desde que los cuentos de hadas enseñaban —con sus lecciones enmascaradas en la historia— lo que se debía saber del mundo.
Ahora, unos cuantos siglos más tarde, tenemos muy presente que los cuentos sirven para entretenerse, pero también para entender aquello que nos rodea. Por eso es tan importante que las historias que transmiten muestren un mundo diverso, uno, al final, similar a aquel en el que están quienes los leen.
Puede parecer casi una cuestión de lógica, pero la realidad no es tan sencilla. Un estudio de la Universidad de Shepherd comparó hace unos años muestras de cuentos infantiles publicados entre 1900 y 2010 —y elegidos de entre las lecturas recomendadas de las escuelas—, y sus conclusiones lanzaban una señal de alerta. Los cuentos de principios del siglo XXI eran tan sexistas como los de un siglo atrás. El porcentaje de historias que mostraban roles de género estereotipados eran los mismos.
«En verdad, pienso que esto está ocurriendo tanto en la literatura como en los juguetes o las ropas», apunta Joana Estrela, autora de Niño, niña (Takatuka), un colorista álbum ilustrado que aborda, justamente, la diversidad e invita a cuestionar los estereotipos de género.
«Es posible que no sea necesariamente una señal de que la sociedad se está volviendo más tradicional, puede tener mucho que ver con el capitalismo», añade, recordando que, creando productos muy diferenciados, vendiendo cosas para niños y para niñas, se acaba «obligando a los padres a comprar más cosas».
Niño, niña —que forma parte del Plan Nacional de Lectura de Portugal, de libros recomendados— rompe con los estereotipos de género e invita a abrazar la diversidad. «Intenté dar ejemplos que pudiesen reconocer. Hablar de la ropa, de los juguetes, del largo del pelo. Me esforcé en pensar en las cosas que yo misma cuestionaba de niña», explica su autora.
Alba Alonso Feijoo acaba de publicar Y tú… ¿Quién eres? (RealKiddys, con ilustraciones de Marcos Vigo), que también cuestiona los estereotipos de género hablando de personas no binarias. «Cuando una persona tiene una identidad no binaria siente que no encaja ni como mujer ni como hombre, ni como chica o chico, ni como niña ni como niño», explica, señalando que «para las personas que sí nos sentimos en esos extremos binarios de alguna manera, esta realidad no binaria es algo difícil de entender al principio».
Esto hace que visibilizar esas identidades sea más importante, añade. «Lo que no se nombra no existe y las personas nobinarias llevan mucho tiempo sin existir en la sociedad cuando realmente han estado ahí toda la historia», suma. Por ello, quien protagoniza Y tú. ¿Quién eres? es Andreas, une niñe.
LEER UN MUNDO MÁS DIVERSO
¿Para quiénes son estas historias? «Que cualquier peque nobinarie pueda leer sobre otro niñe que tiene vivencias parecidas le ayudará a sentirse incluide en el mundo. Pero está claro que la inclusión es un trabajo en equipo», indica Alba Alonso Feijoo. Pero Y tú… ¿Quién eres? no es solo un cuento para niñes, sino para todo el público infantil.
Todas estas narraciones son historias para que las lea la infancia, porque en los cuentos importa ver a personas que son como tú y viven experiencias parecidas a las tuyas, pero también ver a aquellas que no lo son. Es lo que ayuda a comprender cómo es de diverso el mundo y a tener empatía con otras identidades o experiencias vitales.
Y quizás, por ello, también deberíamos plantearnos borrar las fronteras entre las lecturas adultas y las lecturas infantiles. «El público infantil es siempre más curioso, te hacen preguntas, quieren saber si no entienden, no tienen juicios de antemano», reconoce Alba Alonso Feijoo, apuntando que la infancia suele tener muchos menos prejuicios.
Tal vez, el público adulto podría aprender de esa filosofía, puesto que siempre se piensa en cómo lee la infancia estos libros, pero no en cómo las personas adultas se podrían acercar también a estas historias.
«Como adultos tenemos que reaprender muchas cosas con las que crecimos», señala Joana Estrela. «Pienso que arrastramos muchas narrativas que son difíciles de desprogramar, pero la parte buena es que no tenemos que pasárselas a la generación siguiente. Podemos cambiar el mensaje», añade.