Frío. Por dentro y por fuera. Un Moscú gélido. Desde sus propias entrañas. Desde la oscuridad que aflora en las ciudades cuando la luz se va. Es la ciudad que busca Salvi Danes cuando sale con su cámara por la capital rusa. Es el lugar donde, “envueltos en polvo, pasaban volando resonantes cambios y, en ellos, sobre sacos, tendidos con las barrigas hacia arriba, iban unos hombres”. Eso relataba Mijaíl Bulgákov en Maestro y margarita.
La soledad desborda cada una de las fotografías de Danes. Las presencias evocan ausencias. “La ciudad es un núcleo ajeno, llena de acompañantes, pero vacío de compañeros. Transportados por un flujo intangible, destinados a observar como figurantes en una trama con final pactado”, explica el fotógrafo.
Danes ve Moscú como “el paradigma soviético, una capital descomunal, desconocida hasta hace relativamente poco”. Una ciudad “donde parece observarse una dislocación en sus habitantes por el impacto de una realidad compleja, fruto de una historia convulsa que ha transitado del feudalismo zarista a la dictadura del proletariado, y del comunismo al reciente liberalismo económico”.
Ese misterio de “cómo vive realmente una sociedad, cada uno de sus miembros, en una organización humana y social con una realidad compleja, fruto de una historia convulsa” llevó al fotógrafo a las calles de Moscú. Un lugar donde impera una religión “con un carácter ideológico muy marcado, pilar del antiguo régimen, y una gran barrera para el cambio social. Un difícil posicionamiento del pueblo, tan obligado a seguir estelas y tan poco tenido en cuenta a la hora de constituir una voz crítica y constructiva”.
Su intención era elaborar “un documento vivo, impecable y objetivo sobre el día a día de la sociedad rusa”. Quería “crear conciencia” de esta situación desde la fotografía. “Se puede plantear como un diario personal que, al mismo tiempo, genere un documento metaforicamente válido. Un principio que muestra la vigencia de un lenguaje: registrar la realidad de manera concisa y meditada, que cada imagen sugiera interpretaciones personales, pero encaminado desde el mismo discurso. Mostrar la parte mas difícil de explicar”.
El frío traspasa la temperatura y se adentra en lo político. La actualidad no es tan distinta al pasado. “La figura de Putin está llevando a cabo una política de acumulación de poder y de concentración de competencias en la Federación Rusa en detrimento de una verdadera democracia”, comenta Danes. “¿Cómo afecta esto a su población? No se puede negar la evidencia de que el poder estatal está regido por una ley arbitraria. Se deposita en el estado la capacidad de pensar. Muchos pueden alegar que ‘por algo será’ y evitan, así, cuestionarse nada. ¿Por qué se delega en otros el acto de pensar? Quizá por no sentir marginación y desamparo, para reforzar ilusoriamente los sentimientos de pertenencia al cuerpo social”.
Danes paseó por Moscú para descubrir esas imágenes que él considera “subjetivas” y “discutibles”. “No es fácil mostrar el ahogamiento del tabú, la actitud vital pasiva o la represión social. Son las actitudes, los comportamientos, los caracteres… Una visión introspectiva, de difícil captación por su calidad sutil y casi imposible de tocar”.
Es, en sus palabras, “la traducción fotográfica y plástica” de la sociología de Moscú. El fotógrafo catalán buscó una “estética impactante”. Hizo un “uso expresionista del flash con una extremada dureza para recortar y siluetear las figuras fotografiadas”. En ellas pretende reflejar el “aislamiento existencial y social en que viven los personajes retratados”, especifica. “Muchos de los sujetos registrados por la cámara adquieren un carácter artificioso, extranormal, como si fueran maniquíes o humanoides que habitan un mundo sentimental y relacional extrañamente humano”.
Dice Danes que estas fotografías tienen “una luz estridente, pero que, paradójicamente, resultan silenciosas, mudas, como si también fueran una metáfora de la intensa incomunicación en que coexisten estos sujetos individuales, o los fragmentos urbanos como alegorías del ahogamiento que la masa urbana produce en el ser vivo, ya sea una estatua o una persona en el tren”.