Muebles que provocan divorcios. Cuchillas de afeitar alienantes que insensibilizan. Bailes que promueven el individualismo y la soledad mientras imitan al animal que hemos alejado de las ciudades. Discos que son hijos del imperialismo y empresas informáticas que ridiculizan a los coleccionistas. Todo esto –y mucho más– desfila por Te están robando el alma. Contra Ikea, Apple, Wikipedia, el rock corporativo y la depilación púbica, el último libro de Ian Svenonius que ha traducido Lucía Barahona para Blackie Books.
Se trata de elementos supuestamente inconexos que aparecen en capítulos aparentemente desiguales de un libro inclasificable. ¿Qué tienen que ver los unos con los otros? Todos ellos son parte de un entramado que, según argumenta el autor, contribuyen a fomentar el individualismo, la sumisión y la soledad.
Este ensayo-panfleto que ataca casi todo posee la virtud de llevar al lector a pensar que tiene en sus manos un artefacto conspiranoico al que se le pegarán las manos. Tanto si está de acuerdo con el aparente desvarío de su autor como si no, hay algo que el lector no podrá evitar: pensar.
Svenonius comienza pidiendo la censura a casi todo: al arte (y de los artistas anticensura), a los medios de comunicación, a internet, a los políticos y a cualquiera que se venda ante los que perpetúan el poder. En el mundo ideal del Svenonius el estado no es censor, sino censurado.
Tras un primer capítulo provocador, el autor continúa atacando a objetos, empresas y hasta géneros musicales que ahora mismo podrían forma parte de tu mundo porque se han colado sigilosamente en nuestros hogares disfrazados de inocencia: los productos de Apple, los muebles de Ikea, la Wikipedia, el rock corporativo y hasta las cuchillas de afeitar.
Acabar con todos estos elementos es la apuesta de Svenonius para evitar que se conviertan en el nuevo azúcar, paradigma de la dominación mundial al que el autor atribuye incluso la lenta reconquista española, protagonizada por cristianos aterrados ante la posibilidad de perder el azúcar: «Históricamente, aquellos que se han ganado la amistad de este estimulante han derrotado a todos sus enemigos».
Para evitar que nos roben el alma o lo que aún queda de ella, el autor da algunas ideas como:
Proteger a los acaparadores de cosas
Para disgusto de Apple. No es que Svenonius defienda la existencia de los objetos per se, pues le parecen impedimentos «que solo sirven para arrastrarnos al pasado y encadenarnos a ideas previas sobre quiénes éramos y qué se supone que deberíamos ser». El problema es que, para el autor, Apple está promoviendo la eliminación de todo lo material –salvo sus productos ideados para albergar todo lo inmaterial– mediante la ridiculización de quienes compran libros en papel y discos en vinilo, de quienes estaría extendiendo cierta imagen de pobreza.
El programa televisivo Acumuladores de cosas y términos despectivos como fetichista vendrían a evidenciar esta tendencia. «Apple ha puesto el mundo patas arriba para convertir las posesiones en un símbolo de pobreza, y el hecho de no tener nada como signo de riqueza y poder», escribe Svenonius.
De alguna manera, incluso Paulo Coelho le dio la razón recientemente en su estrafalaria entrevista para XL Semanal. Insinuó, después de entrar en un bucle del que no supo salir, que uno puede ser hippie con mayordomo, y aseguró que la riqueza y las posesiones nada tienen que ver. Esa es, a fin de cuentas, la idea que Svenonius cree que promueve Apple.
Qué podemos hacer: «Ayuda a un ‘acaparador’ a afianzar y custodiar sus cosas hoy. Préstale dinero para alquilar un trastero. Ofrécete voluntario para guardarle sus cosas en tu casa. Son la última brizna de resistencia ante la destrucción de todas las empresas humanas no aprobadas por Apple».
¿Y qué empresas cree el autor que aprueba Apple? Ikea. Pero si Ikea vende objetos, ¿no se contradice Svenonius? Sí y no: él está convencido de que los muebles de Ikea están diseñados para durar poco y autodestruirse.
Según Svenonius, los muebles de Ikea y sus manuales de instrucciones están diseñados no solo para autodestruirse, sino también para destruir. Concretamente, para romper parejas. Parecería un meme si no fuera porque encuentra una manera tan lógica como surrealista de relacionar a Ikea con Apple. «Para la alianza Apple-Ikea, las rupturas son atractivas debido al aislamiento que garantizan», escribe.
Bailar pegados
Como los anteriores, el twist vendría a ser un invento –quizá uno de los primeros– destinado a promover el aislamiento. Le siguieron otros bailes en los que se imitaba a esos animales que fuimos alejando de nosotros y que casi convertimos en meras ideas. ¿Qué tienen todos ellos en común? La necesidad de bailar solos –que Svenonius compara con la masturbación– y la imposibilidad de tocar al otro. Este aislamiento y «la muerte del baile», daría lugar a «una víctima de la música, perdida en el ruido y sepultada bajo una cacofonía drogada».
Algo así supondría el rock: un género cuyos discos comparten ideas individualistas y el fomento de la autodeificación. La Iglesia de Satán de Anton Lavey llevada a la música sería el máximo exponente de esta idea. Lo sentimos, fans de Marilyn Manson.
Considerado por Svenonius hijo del imperialismo, el rock dejó de disimular cuando se produjo la invasión británica, que para el autor de este ensayo fue «la conquista de una subcultura a manos de las grandes corporaciones» que, cual mantis religiosa, aspiraba a eliminar el folk fusionándose primero con él.
Aceptar que ni Wikipedia te salvará de la muerte
«La muchedumbre ha trabajado con gran esfuerzo en la Wikipedia, igual que lo hicieron como esclavos en la Gran Pirámide: gratis». Se dice que algunos de esos esclavos trabajaban contentos porque sentían que estaban sirviendo a una causa mayor: de alguna manera, se estaban perpetuando.
Aspirar a la inmortalidad ha acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales, pero no parece que haya inmortalidad –al menos desde el punto de vista de los mortales– sin alienación.
Vampiros (alienados de la humanidad), fantasmas (alienados de su cuerpo físico), Dios (alienado de sus súbditos) y radiación nuclear («el arma alienada») guardan relación con la inmortalidad y con el aislamiento a partes iguales.
El artista que aspira a perpetuarse mediante su obra corre, por tanto, el mismo peligro que el burgués que se hace retratar por un pintor para que su descendencia lo admire en la pared una vez muerto. «Los pobres, para quienes la puerta de los cielos estaba cerrada y que además carecían del dinero necesario para comisionar un simulacro en lienzo, no tenían manera de escapar al olvido», escribe Svenonius.
Que nos sigan robando el alma –para venderla en Ebay o para aislarnos– o no, dependerá de nosotros. Aunque su libro parezca una broma conspiranoica o mera provocación, nadie dirá que Svenonius no nos lo advirtió.