Juego de Tronos: El Muro que nos separa de nosotros mismos

“No hace falta ser una casa encantada para sentirse hechizado; el cerebro tiene pasillos que superan el límite del espacio físico”
Emily Dickinson

El Muro (Juego de Tronos) que hay entre Los siete reinos y los salvajes es una construcción con grietas, como la línea que nos separa de nuestros miedos.

Jon Nieve es el cicerone —medio adulto, medio adolescente— del viaje al otro lado de El Muro, el viaje al interior de nosotros mismos.

LA HISTORIA DE JON NIEVE COMO CUENTO DE HADAS

Érase una vez el bastardo de un gran señor. Jon Nieve era el nombre del bastardo. Era querido por su padre y por los hermanastros, pero la esposa del gran señor odiaba a Jon. La presencia del muchacho recordaba la infidelidad del gran señor. Cuando el gran señor partió para servir al rey, Jon no quiso importunar con su presencia a la madrasta y se dirigió al norte. Allí estaba el Muro: una construcción que, decían, separaba a las personas de los monstruos. Estaba protegido por la antigua orden militar de La Guardia de la Noche.

Jon escuchó de niño que detrás del muro había salvajes, gigantes, espectros y hechicería.

JON NIEVE: EL BASTARDO INTERIOR

Jon Nieve es una metáfora del hombre y la mujer contemporáneos. Somos nuestra madrastra adulta y somos los niños bastardos de nuestra imaginación, miedos e incertidumbres. La tecnología no puede protegernos de nuestras pesadillas y de nuestra parte sombría. Creemos que tenemos nuestros miedos tras un muro de olvido, entre los recovecos de la mente.

EL MURO: LA DELGADA LÍNEA ENTRE NOSOTROS Y EL HORROR

El Muro se levantó 8.000 años antes de que Jon Nieve naciera. 8.000 años pudiera ser el tiempo que hay entre un niño y un adulto. Caben tantas cosas en ese tiempo que muchas se olvidan y no les damos importancia (cuentos de viejas), otras se clasificación (monstruos), y otras se intentan domesticar (los salvajes).

Al otro lado del muro todo cabe: cuando algo nos perturba lo etiquetamos como terrible y lo enviamos allí. Y esperamos al olvido.

EL SALVAJE: EL NIÑO QUE QUEREMOS DOMESTICAR

Jon Nieve conoce a los salvajes. Son así llamados porque los adultos del mundo civilizado ponen nombre a todas las cosas. Los salvajes se consideran «el Pueblo Libre». Si Jon Nieve es el adulto, el salvaje es nuestro niño sin cortapisas: tiene espontaneidad, ocurrencias, ideas extravagantes y nuestra manera natural de relacionarnos con los demás lejos de rituales y protocolos impuestos.

En la lucha contra el salvaje-niño perdemos fuerzas. Energías necesarias para adentrarnos más allá del muro, a aquellos lugares que Emily Dickinson describe como encantados. La existencia de los salvajes demuestra que nosotros alimentamos muchos de nuestros monstruos (la mayoría, no tan terribles como los imaginábamos). El Jon Nieve que parte no será el Jon Nieve que regresará. Un viaje al interior que no nos cambia, es un viaje baldío.

El viaje al otro lado de El Muro es equiparable a la pesadilla de Alicia en el País de las Maravillas o la aventura del marinero Marlow en El corazón de las tinieblas.

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Patrick Thomas

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