La nobleza es un tumor

3 de diciembre de 2012
3 de diciembre de 2012
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Hordas de amas de casa y señoronas de postín devoran con fruición las andanzas de la aristocracia en el papel cuché en las peluquerías y en las salas de espera de los cirujanos plásticos. Y no me refiero a Luis del Bosque, que ahora también es marqués (a su pesar, si uno ha de creerse su gesto de educado fastidio en la ceremonia que tornó su sangre en azul).

Esto no es Gran Bretaña. Si yo fuera inglés sería monárquico, irremediablemente. Una reina que salta desde un helicóptero en brazos de James Bond para inaugurar unos Juegos Olímpicos se merece el respeto infinito de sus súbditos ¿Por qué apenas hay republicanos en el Reino Unido?

Porque la monarquía para ellos es algo que pueden permitirse, una extravagancia caprichosa que toleran con cierta condescendencia. Sin embargo, y a diferencia de la Zarzuela, las cuentas del Palacio de Birmingham son públicas, transparentes y minuciosas.

En todo el Reino Unido hay alrededor de 20 duques, 20 condes, 30 marqueses… Pero solo en España hay ¡más de 150 ducados!, y más de 2000 personas poseen algún título nobiliario. Sus propiedades son opacas, sus declaraciones hirientes, sus ostentaciones insultantes, sus ingresos crecen en SICAV’s… (no confundir con el SICAB, Salón Internacional del Caballo, también frecuentado por estos parásitos hereditarios). Y de cuando en cuando permiten al populacho asomarse a sus palacios para admirar sus ingentes colecciones de arte.

Todos ellos y ellas se agrupan en la asociación Hidalgos de España. Allí se pueden leer sus principios fundacionales (la negrita es mía). “Agrupa a los nobles de linajes españoles con el fin de mantener vivos y promover los valores tradicionales de la hidalguía. Inspirada en los principios del humanismo cristiano, cumple con la obligación histórica de la nobleza de prestar servicios a la nación, sus instituciones y sus ciudadanos”.

¿Servicios a la nación, sus instituciones y sus ciudadanos? Ocupados en monterías, photocalls, recepciones y costosos bodorrios, la afirmación parecería un chiste, si no fuese porque ocupan asientos en la mitad de los consejos de administración del IBEX 35.

Raro es hallar a alguien realmente ilustrado, en ese mundillo que además atrae a toreros, bodegueros, tonadilleras o simples bon vivants que dilapidan las rentas de sus escudos familiares

Dentro de ese microcosmos enfermizo están constantemente litigando unos con otros a propósito de sus títulos. Herencias, transferencias de grandezas, divorcios y herederos son las principales razones de su frenética actividad en los juzgados, de la mano de bufetes que han hallado en este nicho comercial un filón de oro. La UNED imparte un máster en Derecho Nobiliario y Heráldica, ideal para Borjamaris ociosos o para ese benjamín díscolo de cualquier dinastía con rancio abolengo.

Cela, Dalí, Andrés Segovia o el mencionado Del Bosque fueron nombrados nobles por Juan Carlos I. Pero una vez más, he de rendirme ante la heterodoxia británica, espacio en el que la reina Isabel II (que lo es además de Canadá, Australia o Nueva Zelanda) puede convertir en Dame o Sir a personajes que en España no dejarían entrar en el Hotel Ritz.

Una pedanía, un marquesado, una baronía… son palabras que nos remiten a una deliciosa Edad Media en la que, si uno había nacido hombre y le pillaba al abrigo de los muros del castillo comiendo jabalí, después podía ejercer su derecho de pernada con las mozas de la aldea.

Pero estamos en el siglo XXI…

 

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