Los partidos políticos cambian. Cambian sus líderes, sus eslóganes… hasta sus ideas. Para muestra, dos botones recientes: Ciudadanos abandonaba la socialdemocracia para abrazar el liberalismo en su última ponencia, mientras que el PSOE ha propuesto eliminar de su ponencia marco la expresión «centro-izquierda» para dejarlo en «izquierda». Otras veces se debate para cambiar, aunque al final no llegue a buen puerto, como le pasó al PP con la religión.
Pero los partidos no solo mutan por dentro: también lo hacen por fuera. Los elementos gráficos de cada formación, que incluyen colores, formas, figuras y tipografías, van evolucionando para —normalmente— adaptarse a cánones de diseño más actualizados y que de alguna forma les ayude a llegar de forma más efectiva a su electorado.
El último en hacerlo fue el BNG, el histórico partido nacionalista gallego de izquierdas —ese en el que estaba Xosé Manuel Beiras— después de 30 años. Mismos colores, misma idea gráfica (la bandera, la estrella, las siglas) pero algo totalmente diferente en la tipografía, los bordes y el tono.
Algo similar llevó a cabo ERC en los últimos años hasta llegar al logotipo actual. El primer gran cambio —pasó de las siglas a ‘esquerra’, y de ahí al nombre entero—. Los elementos (la bandera triangular, los colores) no se alteraron en gran medida, pero el resultado final cambia bastante.
No todos los partidos han cambiado de la misma forma. En el PP el cambio ha sido mucho más intenso, constante y radical. Los primeros eran bastante lógicos, porque el rebranding de la formación fue completo: pasaron de llamarse ‘Alianza Popular’ a ser el ‘Partido Popular’ actual. Después fueron probando cosas distintas: nombre completo o solo siglas, gaviota sí o gaviota no, del azul y rojo al azul —primero oscuro, luego claro—, cambios tipográficos… Hubo, incluso, un extraño cambio intermedio cuando quisieron probar de forma breve con el color naranja.
Pero devaneos gráficos al margen, el logo del PP tiene una historia particular que ya parte desde su nacimiento: fue obra de un militante, que consiguió imponerse a las propuestas de agencias especializadas. «Quiero el de la gaviota», cuentan que dijo Fraga cuando lo vio, aunque marcando que los colores serían «rojo lacre diplomático y azul Carlos III».
Luego ya vino la batalla del significado, porque en verdad no era una gaviota («es carroñera, vuelva bajo y come basura», explicaba el padre del logo) sino un charrán, que a él le transmitía libertad «contra el puño cerrado agresivo» del PSOE.
Ahora el charrán es una sombra, el azul ya no es el de Carlos III y no hay rastro del rojo. Ahora hay un círculo, con unas siglas y algo que parece una ceja. Y los diseñadores dicen que el logo es un desastre.
El PSOE es un partido con mucho más recorrido histórico que el PP, pero con muchas menos variaciones (y mucho menos radicales). La primera fue ‘la buena’, o al menos la que se quedó. Pasaron de una antigualla con un yunque y una pluma al logotipo con el que se presentaron a las elecciones una vez acabó la Transición. Y desde ahí, algunos pocos retoques.
El mayor vino cuando acabó el felipismo (esto es, unos años después de que González ya no estuviera) y Zapatero y su gente sometieron al partido a la mayor operación de imagen de su historia. Atriles con letras corpóreas, campañas de vídeo modernas y otras audacias impropias de la política patria de hace unos años vinieron acompañadas de un logotipo silueteado, menos bronco y con trazo más fino, sin negro (pero con rojo) y sin siglas.
Después hubo un brevísimo paso por un logotipo con tipografía tipo ‘script’ y una rosa naciendo de la ‘t’ de «socialistas». Un horror creativo del que desaparecía el puño y el nombre del partido. Pasado ese lapso, pasaron por un logotipo sin logotipo (las siglas con una pequeña línea) y, finalmente, regresaron a la idea inicial con los colores positivados para hacerlo aún más ligero. En el partido, ya se sabe, aún se están buscando.
Mucho más inconstante en su imagen ha sido Podemos, el partido más nuevo dentro de los ‘grandes’. Algo que, en términos de estrategia, puede sorprender: a fin de cuentas se dirigía en su nacimiento a un público eminentemente joven, acostumbrado a lo visual y con tendencia a la iconización.
Sin embargo, en Podemos empezaron mal. Y no es porque su primer logo en papeletas electorales fuera la cara de su líder —obviaremos esa parte—, sino porque crearon algo mezclando colores extraños, una tipografía aún más extraña y una maquetación aún más peculiar.
De ahí pasaron al simplismo máximo: su nombre con un color. Reducida su marca a una sola palabra, no hay siglas ni abreviatura posible, aunque al menos concedieron algo icónico a la primera ‘o’, convirtiéndola en una especie de círculos enredados, una inteligente plasmación gráfica de su idea organizativa. Sin embargo, su propuesta actual es sencillamente su nombre (sin círculos) y con un punto al final. Sólo en representaciones ‘oficiosas’ se explotan los círculos, dentro de los cuales se lleva el imagotipo oficial.
También obviaremos el corazón multicolor que representa su coalición con Izquierda Unida, que es otro partido histórico que apenas ha prestado atención a su representación visual. El primer gran cambio, como le pasó al PP, vino con el nacimiento del partido en sí, pasando a ser IU después de ser el Partido Comunista. Así las cosas, se empezó por limitar el rojo y eliminar la hoz y el martillo. En su lugar, las letras de sus siglas en tipos toscos que apenas pegan, con colores básicos y contrastados.
El problema de representación visual de la formación trascendía la fealdad de su logotipo. De hecho, en cada región se usaba de forma distinta y con encajes distintos para distintas marcas y coaliciones. Así las cosas, emprendieron un importante rediseño allá por 2006 en el que pasaron a recuperar el rojo (pero no la hoz y el martillo), modernizando y simplificando formas —aunque no evitaron abrir la mano a la aplicación de colores por el país—.
Más ha cambiado Ciudadanos, que no es un partido tan antiguo como IU, pero tampoco tan nuevo como muchos creen. Cuando nacieron —antes que UPyD— usaban una tipografía más ligera que ahora, pero lo importante siempre se ha mantenido: mismo color, mismos elementos (la ‘C’, ahora con una ‘s’ apostrofada’) y el ‘bocadillo’ (muy del estilo IU, por cierto).
La última revisión de su marca tuvo lugar hace apenas unos meses, y según sus detractores recuerda a un montón de proyectos muy similares. Pero de nuevo siguen conservando con acierto los elementos distintivos más concretos de la marca.
El ‘alter ego’ del llamado «centro reformista español» era UPyD —que no es que haya desaparecido, pero casi—. Fueron audaces en la elección del color (el magenta, que no es la mezcla de azul y rojo, pero casi) pero tuvieron francos problemas en lo visual ya desde el principio. Empezando, por ejemplo, por las siglas: se llamaban ‘UPyD’ pero en el logo no aparecía la ‘y’.
Su primer diseño era sencillo, con letras modernas… pero huecas, lo que dificultaba su lectura. Pasaron por tanto al segundo, añadiendo relleno blanco. Después llegó el derrumbe de la formación… e intentaron un cambio de imagen, logotipo hecho por simpatizantes incluido. El resultado, según los diseñadores, fue poco eficaz. Quizá por eso desaparecieron de las instituciones.
Mención aparte merece la izquierda abertzale, que ha tenido hasta 18 marcas en 15 años. Claro, que a ellos les ilegalizaban las anteriores y tenían que ir intentándolo con otras nuevas. Pero es que hasta esta última, creada hace apenas seis años, ya lleva tres revisiones. Creatividad no les falta.
Echo de menos que se comente sobre el logo de Compromís o de más partidos. Se podría añadir? Gracias
Este parece ser el logotipo actual del PSOE:
http://www.psoe.es/media/themes/views/portadas/images/PSOE-header.png?v=1499631343
El de la rayita horizontal y el de «Socialistas» fueron logos transitorios para campañas o momentos concretos. De hecho, el segundo coexistió paralelamente con el oficial.