Si existiera una nave especial de croché y porcelana surcando el universo, estaría tripulada por Paulova. Y aunque parezca una astronauta rusa, Paulova es el acrónimo de la artista gallega Paula López Vallejo.
Desde hace ya unos años se encuentra en una misión particular: “Quiero crear un mundo a partir de las disciplinas en las que trabajo: pintura y escultura, de momento”, especifica.
Para ella lo kitsch es su día a día. “No considero ese término como algo peyorativo ni tampoco me sumo a ninguna corriente artística concreta… La idea de mi trabajo procede de mi interés por la pintura costumbrista. Pero creo que debe ser el espectador quien etiquete lo que ve”, explica.
De los paisajes bucólicos al macramé hay un paso, uno de abuelita, uno que no te esperarías de una joven licenciada en Bellas Artes por la universidad de Vigo y estudios en Pontevedra y Granada.
Paulova mezcla en su trabajo lo viejo y lo moderno. Sus óleos pixelados parecen realizados en punto de cruz y buscan un guiño con el espectador, un juego entre lo cercano y lo lejano; los cuadros típicos de la España más cañí y las labores de hogar, con la exploración de nuevos terrenos y las abducciones extraterrestres. “El proyecto evoluciona de forma apocalíptica hacia una hecatombe nuclear que no tiene nada de retro”, comenta la artista.
Si algo está claro en su trabajo es la influencia de viejas referencias y el eclecticismo de los gustos de la autora que pasan por la fuerza de Tina Turner al humor de las Chicas de Oro.
Aún no ha colaborado con ninguna marca comercial, pero no cierra la puerta a recibir propuestas. Mientras tanto, acaba de exponer junto al escultor Jose Caamaño y el fotógrafo Daniel Garzee en Santiago de Compostela y prepara para 2014 otras expos individuales y colectivas en Barcelona.