«Está bien ser un bicho raro. Está bien ser un marginado. Está bien ser diferente. Está bien no ser normal. Nunca estás solo». Los diseñadores del colectivo Matières Fécales escribieron esta frase en Instagram para reivindicar la rareza y la peculiaridad como valor humano. ¿El objetivo? Aliviar a quienes se angustian porque no se sienten dentro de los cauces de la normalidad.
Cuentan a Yorokobu Steven Raj y Hannah Rose, impulsores de Matières Fécales, que aquel post era un grito para aquellos que les envían mensajes hablándoles del miedo y la tristeza de ser diferentes. «Queríamos recordarles a todos que se puede ser diferente. Afortunadamente nosotros, como otros tantos, hemos demostrado que existe la posibilidad de lograr el éxito incluso si se representa todo lo contrario de lo normal», explican refiriéndose a su propio proyecto que está habitado hasta los bordes por una intención de subvertir los códigos estéticos aceptados. Muestran personajes con apariencia mutante, con cicatrices, alopécicos, asimétricos…
«Ser raro nunca se trata con respeto en la sociedad. Cualquier cosa que no encaje en lo normal se teme. La gente se ríe de nosotros, nos amenaza, nos aliena por lo que somos», reflexionan.
Ese barómetro de la normalidad en realidad es una construcción ficticia que levanta una barrera entre la marginación y la integración. Siempre ha sucedido así. No obstante, hay artistas y proyectos que, como Matières Fécales, atacan a la propia yugular de los prejuicios.
Son nombres como el fotógrafo Tom Broadbent, la artista Signe Pierce, el ilustrador Boldtron o los impulsores de la revista Buffalo Zine, que junto a otros 32 músicos y creadores visuales formarán parte de Absolut Manifesto, el evento que organiza Absolut en Madrid para los días 25, 26 y 27 de enero. La idea es celebrar la diversidad desde todas las áreas expresivas posibles.
Habrá una noche para la libertad sexual y de género; otra para la igualdad de culturas, razas, edades; y una última para pensar en un futuro responsable que se sustente, también, en el respeto, la solidaridad y la comprensión, actitudes que, a fin de cuentas, son las que mejor engrasan el motor de la creatividad.

Contra lo establecido
Las propuestas que confluirán se mueven en torno a un eje de rebeldía. La normalidad es, en el fondo, un accidente, una imposición y una casualidad que no deben servir para juzgar a nadie.
Se trata de asumir, como destacan Matière Fécale, que incluso debajo de una estética normativa hay una persona siempre distinta. Mirados de cerca todos somos un poco frikis: «Es parte de la naturaleza humana», dicen Raj y Rose. La diversidad es un motivo para hermanarse y no para recelar unos de otros: entender al otro rompe los propios límites, y solo entonces se abre la posibilidad de un arte verdadero.
Steven Raj y Hannah Rose proponen un estilismo más abierto para ayudar a las personas «a ganar la confianza para expresarse libremente a través de la moda». Para ellos, la moda de hoy «promueve unos estándares de belleza restrictivos que solo unos pocos pueden alcanzar». Y, mientras tanto, los demás luchan por imitar lo que nunca serán y acaban sintiéndose inválidos y viviendo en un pozo de inseguridad.
Por eso, cuando se les pregunta por el principal enemigo a combatir, no sorprende que señalen a la censura. La uniformidad de la moda y de los cuerpos ideales funciona, en la práctica, como un sistema de censura contra formas, apariencias y personalidades más abiertas o discrepantes.
La revista Buffalo Zine sirve de paradigma del espíritu de este grupo de artistas que visitarán Madrid a finales de enero. La crearon los españoles David Uzquiza y Adrián González-Cohen hace seis años y ha recibido diversos premios. Es una publicación mutante, imposible de categorizar. A veces toma forma de periódico, otras de catálogo, de revista o de fanzine.
En sus páginas combinan la presencia de personajes famosos como Pamela Anderson o Patti Smith con la de otros anónimos; observan el arte presente en la vida diaria, captan estilos, músicas y escriben los artículos en diferentes idiomas (inglés, español, francés o gallego).
«Cada número es empezar de cero; solo mantenemos el nombre, pero cambia el diseño, el logo, el papel… Para cada uno elegimos un tema totalmente diferente del anterior y, a partir de ahí, escogemos formato, estética, logo y contenidos», cuenta Uzquiza a Yorokobu .

El objetivo íntimo del proyecto es crear en cada edición un producto atemporal: duro desafío en esta época de caducidades rápidas y de tendencias que mueren casi antes de nacer. ¿El truco? «Se trata de elegir imágenes, tipografías y plantillas y situarlas en un contexto de diseño que no sea muy tendencioso y que no se identifique con el momento actual, por ejemplo, yéndonos a referentes de revistas de los 60 a los 90», explica.
En la noche del 26 de enero, los creadores de Buffalo Zine, proyectarán un vídeo doble sobre el racismo: «Hemos elegido a dos personajes que dan testimonio, en primer plano, de una experiencia de racismo. Los relatos toman un giro inesperado que te hace cuestionarte un poco lo ridículo de que el hombre blanco y Occidente hayan acabado dominando el mundo y pone de relieve que se trata de algo históricamente casual», anticipa.
Peluches humanos
El fotógrafo Tom Broadbent ofrece otro ejemplo de cómo desabrocharse los prejuicios abre la mirada y ayuda a percibir el relieve y la complejidad que sustentan toda afición o movimiento social por extraños que sean.
Broadbent quiso comprender qué y quiénes se escondían bajo los trajes peludos de los Furries: esas personas que se sienten más cómodas disfrazadas de animales gigantes antropomorfos.
«Son personas que han elegido los personajes (animales que caminan, hablan y visten como humanos) que mejor les permiten expresarse como son», cuenta el fotógrafo. Lobos y dragones son los más reclamados.
Se organizan a nivel internacional y celebran convenciones como Confuzzled en Reino Unido, Eurofurence en Alemania o Midwest Furfest en Chicago. Solo en América se reúnen cada año 5.000 de estas personas mullidas. Vestirse de animales les hace sentirse más humanos.
La extraña pasión sorprendió a Broadbent mientras trabajaba cubriendo uno de los eventos para una revista. «Todos eran amables, cálidos y acogedores; sentí que había una historia que contar», recuerda.
El trabajo que desarrolló consiste en mostrar a los Furries en sus hogares duchándose, regando las plantas, cosiendo… Sus fotos transmiten la fantasía de poder disfrutar la cotidianidad bajo esa apariencia animal. Son criaturas que no se avergüenzan de desear vivir de ese modo, que no esconden su rareza, sino que la reivindican con orgullo.