Un encierro para encontrar la felicidad

Estáis para que os encierren. Y pagando vosotros. Madrid acoge desde hace pocos meses un lugar en el que ocurre precisamente eso: pagas para que te encierren junto a más gente. Todo tiene un objeto. En este caso, la meta es escapar, dejar el cautiverio en menos de una hora. El juego se llama Parapark y, tranquilos, pase lo que pase, al final todos se marchan a casa.
La reclusión sirve, siempre que sea voluntaria, para encontrar espacios de desarrollo personal, para ampliar el conocimiento de uno mismo a través de la pausa para ejecutar un análisis sosegado. Un necesario stop para mirar hacia adentro. En otras ocasiones, como en esta, ese encierro es un punto de partida para encontrar la felicidad en una especie de juego simbólico muy esclarecedor.
Cuando el húngaro Attila Gyurkovics se sacó de la manga el concepto del Parapark, su libro de cabecera era Flow, una teoría de la felicidad, de Mihaly Csikszentmihalyi. Tras ese impronunciable apellido y una horrible portada se puede leer la respuesta -al menos la que ofrece el psicólogo- ante la necesidad de definir la felicidad.
El juego que Gyurkovics inventó consiste en el encierro de un grupo de personas en una habitación con el único objetivo de encontrar la forma de salir a través de la búsqueda de respuestas a puzzles, enigmas y juegos de ingenio. Comenzó en Budapest en 2011 y fue en la navidad de 2013 cuando Juan Pablo «Txampa» Alberca lo lleva a Madrid. «Mi hermana me avisó de que habían abierto un Parapark en Barcelona. Fui a probarlo con mi chica y salí muy flipado con el juego; me encantó la experiencia, me sentía niño otra vez, se me pasó el tiempo volando», explica Txampa.
detalles
Tras salir de allí decidió que tenía que montar algo parecido en Madrid. «Es un negocio nada escalable. Yo soy muy de internet, tengo Santafixie.com con otro socio y me flipan los negocios online. Esto es todo lo contrario», cuenta. «Pero me encantaba la idea de poder ofrecer esta experiencia tan nueva y underground a la gente».
Alberca se deshizo de un piso que tenía a la venta y comenzó con esos ingresos las gestiones para montar su escape room. «Mi socia, Francesca Tur, y yo cogimos un avión a Budapest para conocer y jugar todos los niveles (hay seis) del Parapark original. Al volver, quisimos abrir rápido, pero buscar local, la puta (sic) licencia, papeleos, obras y demás complicaron todo más de lo previsto. Todo lo que calculamos se dobló. Inversión incluida», explica el creador de la sede madrileña.
El Parapark Madrid tiene dos juegos diferentes en cuyo montaje se implicó el propio Attila Gyurkovics. Txampa ha respetado las premisas impuestas por el húngaro para mantener el concepto lo más fiel posible a su idea original, la que provenía del libro de  Mihaly Csikszentmihalyi. Así, Parapark se basa en la teoría del flujo, donde, como explica Txampa, «un grupo de personas trabaja en equipo para conseguir objetivos concretos. La felicidad de los integrantes del grupo aumenta conforme se consiguen esos objetivos y la energía entre ellos aumenta».
Es posible que una hora en Parapark no sirva para alcanzar la ansiada felicidad absoluta (suponiendo que eso sea posible). Sin embargo, sí está garantizada la originalidad de la experiencia y un buen rato de tensa diversión.

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Patrick Thomas

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