Tocado y hundido. TEDxPlazaCibeles, un foro sobre las TIC en la educación, transporta a uno de los mejores gimnasios de la mente en el mundo y, como definió uno de los asistentes, «es el lugar donde se puede soñar con los pies en la Tierra».
El consultor Antonio Fontanini, y uno de los organizadores del evento, abrió la caja de pandora con unos ponentes que zarandearon al púplico intelectualmente de un lado a otro de su cerebro, tratando de motivar una de cualidades que más han ido perdiendo en el proceso educativo: la creatividad. Las reglas de la educación y los totems que la dirigen no tienen cabida en la motivación de las nuevas generaciones, como apuntó Miguel Brechner, responsable del proyecto Ceibal en Uruguay.
Para Richard Rowe, director ejecutivo de Open Learning Exchange, lo primero que hay que hacer es romper el modelo tradicional de educación, definido por el «from one to many» para llegar al «many to many». Y eso implica superar las paredes de esa caja donde tratamos de mantenernos a salvo con aquello que ya sabemos.
«It’s not possible to know what is impossible» («No es posible conocer lo que es imposible»). Así de claro, aunque para conseguir que esto sea realidad, Internet puede ayudarnos como nunca antes lo habían hecho otras herramientas innovadoras.
El acceso al conocimiento es hoy más fácil que nunca antes, y quizás, lo que falte sea «trabajar de forma efectiva juntos», participando y sacudiéndonos esa manía de buscar ante todo la armonización.
Para Richard Rowe, el proceso educativo debe basarse en «aprender, descubrir y crear algo que nunca ha existido», pasando de la estandarización a la personalización, donde la tecnología ayuda a que los niños aprendan de verdad, a crear su propia educación, a definir sus principios, porque, como apuntó Mario Pena, responsable de desarrollo de negocio en Safe Creative, «los niños nos enseñarán el futuro, y no lo harán desde las escuelas, sino fuera de ellas».
Hay que dejar volar esa creatividad, esa capacidad para generar ideas mejores que las nuestras, a establecer diálogos, y eso difícilmente será posible cuando en el sistema educativo se consideran a las asignaturas relacionadas con el arte, el pensamiento o la creatividad como temas secundarios frente a las matemáticas o la formación técnica.
En el mundo existen 1.800 millones de niños menores de 15 años y solo el 9% de ellos viven en lo que conocemos como países desarrollados. ¿Realmente creemos que no tenemos oportunidades? Ese mirarse el ombligo y no ver más allá es lo que motiva nuestra propia decadencia, algo de lo que bien sabe Manuel Maqueda, visionario y economista que ayuda a start-ups sin ánimo de lucro en Silicon Valley.
«Estamos perdiendo la facultad de ser críticos y eso nos llena de muchos elementos nocivos para nuestros cuerpo, para nuestra mente», dice Maqueda en una presentación compuesta por una sola diapositiva de un albatros muerto por ingerir plásticos y todo tipo de desperdicios.
Hay que aprender a vivir con nuestras contradicciones, con los miedos que tenemos, a ser capaces de afrontar el fracaso, las ocasiones en las que tendremos que recuperarnos de nuestros errores, porque solo así aprendemos a resolver los problemas, no solo a quejarnos por ellos. Maqueda insiste en que debemos ser «radicales», según la etimología latina («ir a la raíz, a la base»), para encontrar la solución a todos nuestros problemas, pero volviendo al principio, a la raíz, a la creatividad y la pasión por llegar a ella, a lo que motiva ese cambio que tanto se pide.
La tecnología abre una oportunidad para conseguir generar esa empatía, esa participación, para ser la energía que mueva el cambio, pero se debe hacer sin miedo. Por eso hay una idea que también define esa sensación de sacudida intelectual: «Si no estás preparado para equivocarte, tampoco lo estás para ser creativo».