Van unos locos y abren un cine…

El placer de acudir a un cine o teatro para ver una película independiente se ha esfumado de manera directamente proporcional a la proliferación de multicines. En Madrid, los lugares más evocadores acabaron transformados en Zara y H&M que hoy dominan la Gran Vía. Aunque sobreviven algunos reductos, la mayoría carecen de personalidad (todo esto sin contar con el batacazo del IVA cultural) y su futuro está en entredicho.

A miles de kilómetros de aquí aún quedan personas que creen que abrir un cine hoy en día es perfectamente posible y viable. Para constatarlo hay que cruzar el charco y, en concreto, acercarse a la Colonia Roma en México D.F., donde desde mayo de 2012 funciona el Cine Tonalá en la calle del mismo nombre.

En su interior no encontrarás decenas de salas ni combos de palomitas y bebidas gaseosas gigantescas (aunque sí venden palomitas). Solo hay una sala de proyecciones con 100 butacas que programa una selección variada de cine independiente. Este espacio rehabilitado es además un restaurante que sirve pizzas, ensaladas y hamburguesas. Se venden libros y vinilos y cuando cae la noche se convierte en un lugar para tomarse algo hasta la 1.30 de la madrugada los fines de semana. El cine Tonalá se puede visitar sin necesidad de ver una película si uno así lo desea. Pero está más que permitido pedirte una copa y llevarla contigo a la butaca.

Cuando Juan Pablo Bastarrachea, Marcela Lugo y Arturo Dib se enteraron de que el centro cultura Casa de Mora iba a cerrar, pensaron que sería una oportunidad para apostar por una propuesta distinta en el mismo lugar. Bastarrachea, que se dedica a programar y organizar festivales de cine profesionalmente, estaba cansado de ver cómo las películas independientes pasaban sin pena ni gloria por las ciudades. “Se suelen emitir en una o dos salas y muchas veces no pasan de la semana de estar en cartelera. Se diluyen en la fugacidad de la ciudad. Sin embargo, te encuentras que en los festivales causan expectación y llenan las salas”.

Tras ver el interés que muchas películas independientes generaban, Bastarrechea estaba convencido de que habría demanda para ver este tipo de cine. Para ello diseñó una política de programaciones que cada mes tiene 4 estrenos en los que se procura encontrar un equilibrio entre las distintas propuestas. “Una suele tener más gancho con el público, otra suele ser más experimental y siempre procuro que haya una película mexicana. Como todo, también en el cine independiente tienes trabajos que llenan la sala como Searching for Sugarman y otros que no, pero lo importante es equilibrar las distintas propuestas”.

Por ahora la respuesta está siendo muy buena, asegura el programador mexicano. «Actualmente tenemos a 28 personas trabajando en el proyecto. Los ingresos que aportan el restaurante y el bar nos ayudan a poder tener propuestas más arriesgadas». Junto a estos títulos principales, los cines proyectan otras películas más esporádicas, homenajes a largometrajes de culto, conciertos, teatro y monólogos.

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Para realizar la obra, se invirtieron alrededor de 7 millones de pesos mexicanos (400.000 euros). Pero en vez de contar con un inversor o benefactor que a la larga pudiese comprometer la integridad del proyecto, los tres socios principales decidieron buscar apoyo en el círculo de programadores culturales de la ciudad. En total 30 personas invirtieron distintas cantidades de dinero junto a la inversión inicial de ellos. “Esto a la vez ha ayudado a que haya un programación plural ya que cada uno aporta su experiencia y bagaje”. Para la rehabilitación intervinieron Marcela Lugo y Arturo Dib, que son diseñadores.

Compartir la inversión ha permitido crear un proyecto más largoplacista sin la presión de ser rentables inmediatamente. “Hemos querido arrancar con una filosofía de precios razonables” y un intento de huir de las condiciones leoninas que imponen las grandes distribuidoras de cine. “Repartimos la taquilla a la mitad con la películas y 70/30 con los músicos, es decir 70% para los artistas”, añade el cofundador de la sala.

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Próxima parada, Bogotá

Bastarrachea tuvo conversaciones avanzadas con socios españoles para llevar el concepto a Madrid. “Pero por un problema de licencias se ha quedado paralizado. Al parecer no es posible combinar la apertura de un restaurante con la de un cine. Mis socios allí comentaron que al gobierno les gusta promover el tema de ayudar a emprender pero a la hora de la verdad la realidad ha sido bien distinta. Parece que interesa más convertir las salas en H&M”, comentó.

Donde si abrirán en un futuro no tan lejano es en Bogotá. “Está ya bastante avanzado el tema. Han sido todo facilidades. Es una gran oportunidad de servir de lugar para mostrar todo ese cine que se está haciendo en Colombia, que está completamente ignorado. Ahora mismo se están produciendo más de 30 películas independientes al año allí y apenas tienen lugares para ser expuestos”.

La posible expansión no termina en ese país. “Además, vamos a aprovechar nuestra red de contactos para convertirnos en una distribuidora de películas para otras salas. También estamos viendo la posibilidad de abrir otro Cine Tonalá en DF y uno en Monterrey. Pero nunca con un formato de franquicia”.

Hace unos años se dijo que cuando cierren todos los periódicos alguien llegará, abrirá uno y le irá muy bien. ¿Ocurrirá los mismo con los cines Tonalá?

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Patrick Thomas

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