Cállate y baila (Shut up and Dance) es un cuento de terror y como los clásicos cuentos de terror, un cuento moral: los pecadores —criminales todos— pasan por el purgatorio aunque queda lejos la redención. Las pruebas por las que pasan ocupan el lugar de las penitencias descritas por Dante.
Es simplista interpretar el episodio como una exposición de qué vulnerables podemos ser frente a un ordenador conectado a internet. Esto es solo un punto de partida para los guionistas Charlie Brooker y William Bridges. Como todo cuento de terror moral, comienza con los protagonistas haciendo cosas que no deberían hacer. Así Brooker colecciona a una racista, tres pederastas y un putero que probablemente tuvo sexo con una menor. Brooker deja de lado los comportamientos privados lícitos y los juegos sexuales consentidos entre adultos.
A cada pecador, los dioses Brooker y Bridges imponen una penitencia (una prueba) equivalente al delito cometido. Por esto, Kenny pasa por pruebas más duras que, por ejemplo, Hector, su compañero de aventura, padre y esposo aparentemente modélico. Por esto, Hector destruye el coche y vuelve a su casa, pero Kenny pelea a muerte contra alguien que cometió el mismo delito. Un final tan sorprendente como satisfactorio que responde a nuestra dudas.
Durante más de cuarenta minutos creemos que Kenny es castigado injustamente por masturbarse viendo pornografía adulta. Consideramos desproporcionado un atraco a mano armada a un banco para ocultar una paja. El mismo Hector está estupefacto:
«¿Machacándotela viendo porno? Eso lo hacen todos, probablemente hasta el puto papa».
Pensamos: «¿Por qué Hector y Kenny y los otros no llaman a la policía?».
Hitchcock advirtió del peligro de no satisfacer esta pregunta tan básica. Para el maestro del suspense sólo había tres opciones: A) la policía está en el tema; B) el personaje es el criminal y C) el personaje es un falso culpable. Brooker no lo aclara hasta el final y con esto realiza una jugada arriesgada: el público IMAGINA qué información falta y podría llegar a advertir por las escenas de presentación de Kenny que este guarda un secreto terrible.
Brooker y William Bridges han sembrado o plantado (jerga de guionistas) elementos que más tarde recogen. Kenny observa a la niña en la hamburguesería y, al entregarle el juguete, se pone a su altura y le sonríe. Más tarde, sonríe ante un dibujo infantil. Y coloca una cerradura en su dormitorio. No vemos qué escribe Kenny en el buscador antes de masturbarse. Brooker podría haber jugado al despiste, pero prefiere que la cámara se aparte. Nos sugiere que Kenny ve algo turbio.
Una cámara que desde el primer minuto no deja de moverse. (Los únicos planos estáticos simulan tomas de webcam y cámaras de seguridad). James Watkins, director del episodio, también de La dama de negro, sabe que así consigue la sensación de que los protagonistas son observados en todo momento. Sensación que aumenta con las tomas aéreas y los contraplanos de figurantes (como el joven en la recepción del hotel). A esto contribuye el color verde presente en numerosos elementos; evoca la hipervigilancia de Matrix.
Después de delito cometido por Kenny, cae en una aventura con una estructura narrativa de videojuego: cumple tareas con tiempo limitado, encuentra a personas de las que recibe cosas o personas con las que debe cumplir una pequeña tarea. Los elementos del viaje del héroe para pervertidos. Sin embargo, ellos se ven como buenos tipos que cometieron un error.
Brooker, como guionista inteligente que es, no pinta a los personajes como monstruos ni seres desalmados. Sigue la tradición shakesperiana: condenar el delito, compadecerse del criminal. Cállate y baila es un cuento moral sin moralina.
Excepto la racista, que aparece desdibujada, los delincuentes son vulnerables y temen, más que la caída de su reputación, hacer daño a la propia familia. La escena del atraco dibuja bien a Kenny: es un crío incapaz de mantener el control. Más tarde, con su intento de suicidio, pretende eludir enfrentarse a su madre. Brooker nos dice que los monstruos están entre nosotros e incluso que podemos ser nosotros.
Brooker critica una vez más el uso perverso que las personas hacen de la tecnología, no la tecnología. Un episodio que se antoja en la estela de Mr. Robot, con un hacker ético como maestro del juego, pero desde el punto de vista de los que hacen daño a los inocentes. Con esto, Brooker consigue que el público se sienta satisfecho: se ha hecho justicia.
No lo veo igual. Este capítulo no es un cuento moral, es una crítica a sus inquisidores (que se toman la justícia por su mano). El protagonista no ha cometido ningún crimen: es pedófilo y no pederasta. La pedofília es un trastorno mental. Empatizamos con un buen chaval, enfermo, al que castigan feroz y desmesuradamente en nombre de la justícia, algo peligrosísimo.
¿Pero es realmente justo el castigo? digo, como dice el comentario de arriba realmente no hicieron algo físico, es decir una maldad a alguien, como tu dices es solo un crió, no abuso de ninguna niña, y dado que parecía un hijo modelo, tampoco lastimo a su hermana a pesar de ser mayor que ella… no se tengo sentimientos encontrados D:
La cámara del dron nos remite al Ojo de Dios. En ese momento pensé en la secuencia de pruebas que se les impone a los «pecadores» y pensé en un Dios caprichoso al que es imposible contentar por mucho que sigas sus órdenes. Al final, nada de lo que hacen evita que suceda aquello que temen y por lo que hacen lo que hacen. Esta historia me habla de lo que una persona corriente es capaz de hacer por evitar las consecuencias de un hecho.
Supongo que hay muchas lecturas posibles de esta historia y por eso esta series es tan buena.
Sí, bien visto. Es un cierre perfecto para el cuento moral.
El consumo de pornografia infantil invita a que esta pornografia se cree. Consumir pornografia infantil es un delito, y muy grave.
Tener deseos sexuales por niños es una enfermedad.
Wooooow
No existe alguna crítica tan completa como esta.
♥
[…] El juego de ‘Simón dice’ y… el purgatorio de Dante, por Javier Meléndez en Yorokobu […]
pederastía, pedofilia, qué más da, son la misma mierda.
Aina, un pedófilo ¿no ha cometido ningún delito? Pederasta tarde o temprano, en potencia, y culpable de trajinar con pornografía infantil.
creo que tienes razón, en hasta cierto punto, pero consumir pornografía infantil, no es solo un error, la pornografía existe gracias a que hay consumidores, asi que esa pornografía infantil existe gracias,a que gente como el la consume
Hola solo queria decir que estoy deacuerdo, hasta cierto punto contigo, en que es una crítica a la justicia tomada por mano propia y que está mal, pero que estoy en desacuerdo en que kenny, no era un bien tipo para nada, la pornografía existe como muchos productos, por qué hay quien la consuma, igual la pornografía infantil, los consumidores no son sólo observadores inocentes, así que puso su granito de arena, en la explotación que es la casi la pornografía el general, pero en este caso la pornografía infantil, y no creo que tuviera un ataque de anciedad o algo si alguien así decidiera no consumirla por su » enfermedad mental
Consumir pornografia infantil es un delito muy serio , por que contribuye a que este negocio ilícito continue produciendo pornografia infantil. Lo que hizo Kenny estuvo muy mal…