No siempre es cierto lo que sostiene Mario Puzo al inicio de su novela El Padrino: ยซDetrรกs de cada fortuna se esconde un crimenยป. Ustedes ya conocen a Donald Trump, pero permรญtanme presentarles a John Falcon.
Cuando lleguรฉ a Nueva York en 1997 el primer reto consistiรณ en encontrar un lugar donde vivir mientras mis ahorros se esfumaban en el Hotel Pennsylvania, en la 8ยช Avenida, frente al fastuoso Madison Square Garden.
Internet era una sombra de lo que es hoy y era casi inoperante, por lo que esa bรบsqueda habรญa que hacerla con medios tradicionales. En mi caso acudรญ a una oficina llamada Roommate Finders, paguรฉ 150 dรณlares, rellenรฉ un formulario sobre mis preferencias acerca de mi posible compaรฑero de piso: mascotas, tabaco, orientaciรณn sexual, ocupaciรณn laboral, etc.
Busquรฉ alguien que fuera artista y que me pudiera presentar gente interesante, por lo que eliminรฉ contables, vendedores de seguros y tapiceros, dicho esto con todo mi respeto hacia estos colectivos.
Un dรญa al regresar a mi habitaciรณn el piloto rojo del telรฉfono parpadeaba; alguien habรญa contestado a mi anuncio. Escuchรฉ el mensaje una veintena de veces, pues yo entonces prรกcticamente no hablaba inglรฉs, y el acento profundamente neoyorkino de ese tipo era todo un desafรญo. Logrรฉ descifrar la direcciรณn: 322 East, 82th Street. Esos nรบmeros darรญan lugar al origen de este artรญculo y al mayor premio individual de la historia de la Loterรญa de Nueva York.
Llamรฉ a la puerta y me abriรณ el dueรฑo de aquella voz que tanto me habรญa costado entender en el mensaje del contestador. Con una gran sonrisa me dijo:
โSoy gay, ยฟno te importa?
โNo, peroโฆ ยฟdรณnde vas a dormir? Solo veo una cama โacertรฉ a responder.
Asรญ es, los neoyorquinos no tienen inconveniente en dormir en el sofรก de sus, a veces diminutos, apartamentos y alquilar la cama de la habitaciรณn para poder llegar a fin de mes. Y digo que solo me alquilรณ la cama porque su dormitorio estaba lleno de vestidos de novia, que รฉl coleccionaba, y de otros objetos inclasificables que dejaban apenas espacio para mi ordenador portรกtil y mi ropa interior.
En 1997 John desempeรฑaba varios trabajos: en el Jewish Museum, como editor para CBS, haciendo arreglos musicales y otras chapuzas como cualquier neoyorquino que tiene que sobrevivir. Y alquilar su cama era la forma de poder pagar la renta a su casero. Cada dรญa John escribรญa en un boleto de loterรญa los nรบmeros de las tres direcciones que habรญa habitado en su vida y lo sellaba en la misma pequeรฑa tienda de la esquina donde yo compraba sandwiches de pastrami.
Los nรบmeros del boleto ganador los obtuvo de esos tres hogares, los dos primeros con sus padres en el Bronx, en 1539 Hoe Avenue y en 3220 de la Willson Avenue, tambiรฉn en el Bronx. Nosotros vivรญamos en el 322 East de la 82 st. De ahรญ los 6 nรบmeros resultantes: 3-22-32-20-15-39.
De prodigiosa y bien educada voz, ha cantado en sus propios espectรกculos, que montaba en el llamado Off Broadway, como Five songs of angst of a short Puerto Rican guy (Cinco canciones de angustia de un portorriqueรฑo bajito). Casi todas esas canciones hablaban de los desheredados, de los sin techo, de los perdedoresโฆ John Falcon naciรณ en el Bronx, pero de padre y madre portorriqueรฑos, aunque no hable ni una palabra de espaรฑol. Su familia son el tipo de personas que en la era Trump estรกn en peligro de deportaciรณn si cometen una falta de trรกfico, por poner un ejemplo.
Hasta que su vida cambiรณ un dรญa de diciembre de 1999, y esos nรบmeros le reportaron 45 millones de dรณlares, como asรญ recogiรณ el Daily News en su portada.Y asรญ la muestra orgulloso, enmarcada y expuesta en la pared de su casa:
Permรญtanme un apunte sociolรณgico que marca la diferente relaciรณn que tenemos en Espaรฑa con el dinero y la que tienen los norteamericanos. Cuando alguien gana el Gordo de Navidad o el bote del Euromillรณn, no son raros quienes se envuelven en un total anonimato para que nadie conozca su identidad, como en este caso.
Por el contrario, cuando Falcon ganรณ su premio paseรณ su รฉxito y buena suerte por todos los platรณs de las televisiones estatales y nacionales, y protagonizรณ anuncios de la Loterรญa con mensajes del tipo ยซA ti tambiรฉn podrรญa pasarteยป, como este spot que se vio en todo el paรญs:
Incluso hizo incursiones en programas europeos de variedades, como el que conducรญa Rafaela Carrรก en la RAI, con quien podemos verle en esta imagen, extraรญda de un interesante documental titulado One man show (Ira Rosensweig, 2004) que recoge su peripecia, y que obtuvo excelentes crรญticas, aunque es difรญcil de encontrar.
Falcon era noticia no solo por haber ganado una fortuna, sino por representar un sueรฑo americano opuesto al que hoy encarna Trump: orรญgenes muy humildes, trabajo muy duro, pero sobre todo pasiรณn por el arte, la mรบsica, la dramaturgia y la cultura en general. No sabemos cuรกntos libros ha leรญdo Trump, probablemente ni siquiera ha escrito รฉl mismo la docena que ha publicado, pero esa es otra cuestiรณn.
El intenso activismo anti-Trump en las redes sociales, su defensa de las minorรญas, en especial del colectivo homosexual (hace aรฑos sufriรณ una grave agresiรณn junto a su pareja), y su notoriedad avalada por su fortuna han convertido a John Falcon en un personaje incรณmodo para el stablishment. Hizo campaรฑa a favor de Bernie Sanders y despuรฉs por Hillary. La noche del 8 de noviembre de 2016, cuando Clinton perdiรณ las elecciones, todo cambiรณ.
Define su estado de รกnimo al respecto y la atmรณsfera que se respira en Nueva York como una nube negra cargada de lluvia que no deja ver el sol, razรณn por la que en la actualidad intenta pasar el mayor tiempo posible fuera de EEUU. En Espaรฑa, por ejemplo, y aquรญ le vemos degustando un cocido madrileรฑo, tratando de adaptarse a nuestros horarios y costumbres culinarias:
La paradoja es que Falcon adquiriรณ un apartamento en una de las Trump Tower por 5,1 millones de dรณlares en 2002, cuyo precio ha caรญdo hasta los 3,5 desde que Trump comenzรณ a ganar primero las primarias de su candidatura y finalmente el Despacho Oval. Si en 2002 alguien hubiera dicho que aquel bocazas llegarรญa a presidente le habrรญan derivado a un psiquiatra.
En esas fechas Trump solo era un personaje grotesco vinculado al mundo de los certรกmenes de misses y a la construcciรณn. Una especie de Jesรบs Gil, para que nos entendamos. Y mucha gente comprรณ pisos a Jesรบs Gil en nuestro paรญs aunque no comulgaran con sus ideas (si las hubiera). Gil nunca llegรณ a presidente, pero sรญ fue alcalde de Marbella, donde ganรณ por mayorรญa absoluta con los votos de los ciudadanos. Como Trump. Pero volvamos a John.
Somos buenos amigos desde hace 20 aรฑos, y puedo afirmar que el dinero no ha cambiado a Falcon desde sus dรญas de pluriempleado y de ยซartista hambrientoยป, como se definรญa en el artรญculo del Daily News citado mรกs arriba. Ya no estรก hambriento, pero sigue siendo artista e intelectual, sigue cantando, sigue cultivando su cรกustico e irรณnico sentido del humor, y sigue apoyando a los mรกs dรฉbiles.
El problema es que Trump tampoco ha cambiado desde entonces, excepto por el pequeรฑo detalle de que ahora tiene poder para conducirnos a la III Guerra Mundial. John cumplirรก el 13 de junio 61 aรฑos. Y un dรญa despuรฉs Donald cumplirรก 71. Dos Gรฉminis separados por un dรญaโฆ y por un abismo..
Por cierto, John se estรก planteando exiliarse al Viejo Continente, vender su piso de la Trump Tower (aunque pierda dinero), renunciar a su pasaporte norteamericano, del que ahora ya no se siente orgulloso, y obtener uno de la Uniรณn Europea mediante un matrimonio de conveniencia con algรบn apuesto ciudadano ยฟAlgรบn voluntario?