El sonido de la cortina del vestuario al cerrarse es la señal. A partir de ahí comienza la agonía del Miserable Man. Su labor, esperar fuera, cargado con el abrigo, el bolso y las bolsas de compras anteriores de su acompañante. Su cara lo dice todo.
Matt vio la suya reflejada en un espejo de la tienda donde esperaba a que su novia se probase el enésimo conjunto de la tarde. Fue justo después de darse cuenta de que no estaba solo. Allí, sentados en butacas, apoyados en un mostrador, o deambulando de un lado para otro, había muchos más como él.
“Llevaba dos años acompañando a mi novia a hacer sus compras, viendo a otros hombres dormidos, jugueteando con el móvil, aburridos y respondiendo constantemente a la pregunta «¿Qué tal me queda?». Entonces me pregunté cómo se me vería a mí”.
Matt decidió tomar fotos de otros en su misma situación para demostrar a su novia que lo de ir de shopping no le resulta divertido a todo el mundo.
“Empecé a publicar las fotos en Instagram hace un año y ahora me he dado cuenta de que se trata de un problema global, lo cual resulta divertido y a la vez deprimente”.
A Matt su labor de documentación le sirve, al menos, de distracción. Porque a su novia no la llegó a convencer: “Sí, sigo estando en las trincheras junto al resto de Miserable Men. Lo odio”.