Tras decenas de exhaustivos estudios y habiendo escuchado las conclusiones del grupo de 60 expertos internacionales en biología, nutrición y entomofagia que se reunió el pasado enero en Roma, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha adoptado este año una postura clara:

“Comer insectos” es bueno. Primero porque son “son nutritivos, variados, económicos y hasta deliciosos”; y segundo, porque son una “vía para luchar contra el hambre” en este planeta de demografía en vertiginoso aumento.
Una de las componentes de aquella comisión era la doctora Julieta Ramos-Elorduy, considerada la mayor experta del mundo en insectos comestibles. Esta científica mexicana lleva desde los años 60 estudiando bichitos, y desde los 70 especializándose en los que se pueden llevar a la boca. “Siempre me fascinaron”, dice la investigadora de 74 años que va de un lado a otro de su despacho en el Instituto de Biología de la UNAM (México). A juzgar por la vitalidad con la que trabaja, la jubilación puede esperar sentada.
“Desde pequeña me fijaba en cómo andaban estos invertebrados, cómo hacían caminos, cómo se entendían… algunos son preciosos. De hecho, estoy convencida de que el vuelo de la Campanilla de Walt Disney está inspirado en el de una langosta”, halaga a sus grimosas deidades diminutas. Un día la pasión infantil de la doctora se convirtió en interés profesional y le surgió una pregunta más: ¿y qué se sabe de sus cualidades nutritivas?”.
Se había topado con que en los puestos de la estación de Pulque (México) se vendían escamoles (hormigas) para el consumo. También gusanos de Maguey de dos clases. “Estaban deliciosos”, confiesa su debilidad, “y dije, pues si se comen tres, se comen más”.
En concreto, se comen alrededor de 2.000 especies de insectos en el planeta. 549 de ellas están en México y la doctora Ramos-Elorduy ha sido la primera en documentar la existencia y clasificar los beneficios nutritivos de casi todas ellas.
Empezó a elaborar su lista de bichos en 1974. Ese año publicó un estudio elaborado durante más de tres años (Los insectos como fuente de proteínas en el futuro) para cuya realización visitó a más de 40 etnias prehispánicas mexicanas en más de 24 estados. En aquella ocasión dejó constancia por escrito de 30 especies nuevas comestibles sumadas a las 80 ya conocidas.
Este año la FAO por fin se ha convencido de que los insectos son alimenticios por su “gran cantidad de proteínas, sus sales minerales, su calcio, sus vitaminas del grupo B y por ser una fuente importante de magnesio”, pero la investigadora ya sabía esto desde hace cuatro décadas.
“En aquella ocasión empezamos a estudiar a los insectos en lugares de México que eran considerados de mala alimentación bajo la premisa de que los pobladores los consumían como último recurso. Pero nos sorprendimos al ver que no era así: la gente los comía por gusto, por tradición, por su abundancia y porque los calificaban de limpios, sabrosos y nutritivos. Es más, para ellos son animales y no insectos. Después, al analizar su composición, encima corroboramos que eran altamente alimenticios”.
Al parecer, antes que las FAO y que ella misma, ya habían descubierto estas propiedades las sociedades precolombinas. “En la dietas de casi todas las culturas prehispánicas siempre se han utilizado como alimentos esenciales y como productos medicinales. Se comen chinches, escarabajos, pulgones, hormigas, libélulas, gusanos de maguey, chapulines, abejas, jumiles…”. En total, los insectos forman parte de las dietas tradicionales de al menos 2.000 millones de personas en la Tierra.

– ¿Qué alimenta más, un puñado de chapulines o un filete de res?
– Los chapulines –responde la científica sin vacilar un instante–. Estos bichitos poseen un 76% de proteínas, mientras que el filete de res tiene 67%, el pollo 54% y el pescado 81 pero de calidad baja. En definitiva, 20 gramos de chapulines son mejores que un filete.
-¿Todo lo que investiga siempre tiene que ver con insectos?
-Por supuesto. Son los más importantes. Ocho de cada diez animales lo son.
La experta también percibe el beneficio social del asunto, tal y como ha replicado la FAO ahora. Al parecer, criar insectos de forma sostenible no solo puede ayudar a evitar la sobreexplotación forestal, bajar los costes a nivel industrial de productos como la harina, producir mucha menor cantidad de emisiones a la atmósfera e incluso ser utilizados para descomponer los desechos, sino que además “la recolección y cría de insectos pueden generar empleos e ingresos en efectivo para muchas familias”, trata de concienciar la bióloga.
Esta acumuladora de premios que reconocen su labor en el gremio, está convencida de que el futuro pasa porque perdamos el asco a los bichos. Muestra los botes comerciales que posee en su despacho de insectos comestibles y celebra que algunas empresas hayan tenido el valor de empezar a trabajar a escala industrial con ellos. ”Es que son alimentos normales”, vuelve a defender.
“Falta hallar la fórmula para saber cómo hacer criaderos de insectos que puedan generar nuevos individuos todo el año, porque eso no es tan fácil, cada cual tiene sus épocas y es complicado forzar que nazcan fuera de época”. A su oficina, entra a revisar las reacciones de insecticidas e insectos sobre unos elotes de experimentación su inseparable compañero de estudios José Manuel Pino. Juntos han descubierto casi todo lo que se sabe de la etnofagia en México. Y ahora, ninguno de ellos se siente cansado para dejarlo. “Queremos más respuestas para las cuestiones que aún quedan por resolver respecto a los beneficios de la alimentación humana y animal con insectos, y descubrir las maneras de producción de la alimentación con estos seres”.
Ramos-Elorduy, por tener, tiene hasta un recetario de cocina de manufactura propia (Creepy Crawly Cuisine) en el que indica las mejores formas de dejar a los bichitos en su punto. Sus preferidos, los escamoles, “porque saben a nuez frita y mantequilla”, asegura. Con los escarabajos acuáticos, “que muchos nativos se comen vivos”, aún no ha podido. Pero “algún día”.
Al fin y al cabo, se masca –en todos los sentidos– que habrá que acostumbrarse y dejar los escrúpulos de lado. “No nos quedará otra”, levanta las cejas la doctora. Las FAO han declarado que si no queremos pasar hambrunas y tener pienso suficiente para nuestros animales, los insectos son una solución más que útil. “Cuando estudié en París hace muchos años algunos compañeros se burlaban de mi origen mexicano porque decían que no teníamos nada de desarrollo”, recuerda esta incombustible científica, “y ahora, ocurre que estos insectos que yo investigo y que los indígenas mexicanos llevan comiendo cientos de años, suponen para la humanidad la garantía de un futuro”.
LOS INSECTOS MÁS CONSUMIDOS EN EL MUNDO, SEGÚN LAS FAO
Entre los más consumidos figuran los escarabajos (31%), las orugas (18%), abejas, avispas y hormigas (14%), saltamontes, langostas y grillos (13%).
INSECTOS CONSUMIDOS EN MÉXICO Y LUGAR DE CONSUMO
(Fuente Dra. Ramos- Elorduy)
Piojos: Oaxaca.
Chinches Morelos, Edo. de México, Hidalgo, Veracruz, Guerrero, Puebla, San Luis Potosí, Jalisco, Oaxaca, Querétaro.
Pulgones: Puebla, Morelos, Guerrero, Hidalgo.
Escarabajos: Hidalgo, Tabasco, Guerrero, Veracruz, Edo. de México, Oaxaca, Puebla, Chiapas, Nayarit, D.F.
Mariposas: Oaxaca, Puebla, Hidalgo y D.F.
Moscas: Edo. de México y Nayarit.
Hormigas, abejas: Oaxaca, Puebla, Edo. de México, D.F., Chiapas, Hidalgo,
Avispas: Guerrero, Michoacán, Veracruz, Yucatán, entre otros.
Termitas: Michoacán.
Libélulas: Sonora y Edo. de México.
Chapulines: Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán, Morelos, Puebla, Guerrero, Michoacán, D.F.
Gusano rojo de maguey: Oaxaca, Edo. de México, Hidalgo, D.F., entre otros.
«Chinicuil» Jumiles: Guerrero, Oaxaca, Morelos, Tlaxcala, Hidalgo.
Escamoles: Hidalgo, Edo. de México, D.F., Tlaxcala, Nuevo León, Michoacán.