Daniel Fernández, el senséi de la guasa en redes

Daniel Fernández (Oviedo, 1987) se define como «hacedor de vídeos y cosas de esas». Un fenómeno viral que destripa con sorna e ironía los vídeos de algunos influencers (senséis, que diría él) de los que dan consejos de dudoso criterio en las redes sociales. «Intento hacer humor blanco y, sobre todo, riéndome de mí, no del creador que hizo el tutorial. Intento hacer humor sobre mi fracaso», comenta. Aunque lo suyo realmente se ha convertido en un éxito superlativo.

Su talento e ingenio para crear contenidos divertidos en clips de un minuto han catapultado a la fama a Daniel Fernández. Para muestra, un clic: a principios de diciembre de 2021 tenía unos 10.000 seguidores en Twitter y a mitad de enero de 2022 superaba ya los 212.000. Y así en todos los escaparates virtuales (como Twitch o Instagram) donde cuelga sus chanzas audiovisuales de «influencer mal» reaccionando a las lecciones de los gurús.

«En internet solo hay que buscar recetas para cocinar, consejos de la vida no», sugiere este asturiano, auxiliar de enfermería y amante de la comedia, que empieza a contar con merchandising propio. Mención especial a su icónica libreta donde toma notas pizpiretas o a esas expresiones tan personales como «enterrar el teleñeco», estar «regulinchi» o comprar «billetes para el barco del amor».

Sí, seguro que a estas alturas los vídeos de Daniel Fernández con su rostro en primer plano reaccionando a las reflexiones —seamos generosos con el término— de presuntos expertos de la autoayuda, el emprendimiento o las relaciones han saltado incluso al grupo de guasap familiar. Bienvenido sea el senséi de la guasa viral en redes.

Daniel Fernández senséi

Daniel, ¿cómo estás viviendo el furor de tus vídeos cual senséi de la guasa en las redes sociales?

Pues con mucha expectación, mucha ilusión y realmente sorprendido y agradecido. Tanto apoyo y tan rápido es muy emocionante.

¿Cómo se desata este éxito viral, cuándo empiezas a notar que se va de las manos el formato y se convierte en un fenómeno masivo?

Yo estaba subiendo mis vídeos a TikTok y me iba bien. Llevo siete años subiendo vídeos a internet y tenía unos 2 000 seguidores en TikTok. De pronto, un día, esperando a unos amigos, vi un vídeo de Gianmarco, el de los realities, que decía no entender por qué la gente corta la pizza en cuatro trozos, que había que cortarla en ocho para comer más. Y dije: «Ostia, pues córtala en 20 y así se convierte en pizza familiar».

Y entonces lo subí y vi que este vídeo tuvo más viralidad de lo normal en TikTok y pensé: «Ostras, parece que esto le gusta a la gente». Y empecé a buscar vídeos de este estilo, de esta guisa. Empecé a editarlos poniendo mis reacciones reales, un poco exageradas, pero sin guion.

Lo que hago es que voy viendo el vídeo y voy reaccionando. Corto y meto mi reacción inmediata. Y fui subiendo este contenido y un día una chica que se dedica a hablar de tecnología, Gina Tost, compartió uno de mis vídeos en Twitter ¡y explotó!

Yo, que estaba un poco oxidado en Twitter, que soy un poco influencer mal, dije: «Voy a subir los vídeos también a Twitter»; y empecé a subir vídeos y me empezaron a llegar miles de retuits, de likes. Y como tenía varios vídeos ya hechos desde principios de diciembre de 2021, me planteé subirlos cada día y así actualizarme. ¡Y en una semana llegué a 180.000 seguidores en Twitter! Sigo sorprendido.

[Actualmente, a mitad de enero de 2022, la cuenta se acerca a los 215.000].

¿Aprecias diferencias de público según las diferentes redes sociales?

Sí, sí, porque además ninguna red social es lo mismo. Tengo un público en TikTok (unos 400 000 seguidores), otro en Twitter (hoy, más de 212 000) y otro en Instagram (unos 113 000), que no tienen que ver, creo.

Y ya has saltado a WhatsApp, que es el prime time viral. ¿Qué te dicen alrededor, tu gente?

(Risas). Sí, bueno, en Vine llegué a tener unos 90 000 seguidores a lo largo de tres años y mis amigos y mi familia ya estaban un poco acostumbrados, en el sentido de que esto lo habían vivido una vez. Pero claro, así, de golpe, esto… están flipando tanto como yo. «Has roto internet», me dicen. Un amigo me contaba que en Twitter España, quitando al guionista Manuel Bartual no hay una cuenta que haya subido 180 000 seguidores en una semana. No soy consciente, estoy flipando, Jorge.

¿Y de dónde te viene ese cachondeo genuino?

Es de la vida. La gente me dice que de dónde saco mis vídeos. Una vez me grabé un vídeo en Vine en el que iba por un paisaje, en coche, pensando en mis cosas, en piloto automático, y de pronto digo: «Espérate, dónde estoy». Y lo grabé, allí, en una carretera desconocida, pero era verdad: son cosas que me pasan.

Sí que hay algunas cosas un poco más exageradas donde busco el humor, pero la mayoría está basado en hechos reales. Igual con esto: mis reacciones en TikTok son las que yo tendría en plan: «Tienes que buscar a la chica que te abrace. Bueno, primero tengo que tener a quien me abrace y por qué. Y, luego, ¡ponerme a analizar el tipo de abrazo que me da». (Risas.)

¿Había alguien que te aconsejara o te dijera «Vas a llegar lejos» hace tiempo?

Bueno, los primeros comentarios que tenía eran del estilo de «Recordadme, que cuando este tío sea famoso yo lo dije antes». O «Tú tienes que tener un programa, ir a la tele, ir a la radio»… La gente me preguntaba de dónde había salido. Pero llevo siete años haciendo esto.

A todo esto, eres auxiliar de enfermería… ¿Cómo es tu día a día?

Sí. Compagino mi trabajo normal y esto es como un hobbie. Trabajo de auxiliar de enfermería y me levanto, voy a mi turno, vuelvo y grabo el vídeo. Tardo dos horas para un vídeo de un minuto. En lo que más tardo es en encontrar el vídeo al que pueda reaccionar. Veo el vídeo y pienso si puedo reaccionar en los primeros segundos. Pero, a veces, son vídeos que se vuelven turbios, que tornan a algo que no me permite hacer humor y me da para un vídeo de solo diez segundos.

Muchos de estos vídeos tornan a poner a la mujer como objeto y trofeo; y tú, como hombre, tienes que conseguir una mujer porque es tu objetivo, es lo que tienes que hacer. Es tan turbio que no me da para hacer humor. Yo intento hacer humor blanco y, sobre todo, riéndome de mí, no del creador que hizo el tutorial. Intento hacer humor sobre mi fracaso.

¿Lo del rol de no ligar, ese Daniel entre nihilista y ocurrente, es una pose?

Sí, porque tengo mi pareja. Y ella está flipando con esto. Le gusta, es un gran apoyo, está orgullosa. Le gusta tanto como a mí.

¿Te sigue sorprendiendo la cantidad de gente que hay vendiendo humo?

Mucho, mucho. Yo antes no sabía de esto. Antes de empezar a hacer mis vídeos, veía TikTok y el algoritmo de TikTok me empezó a mandar estos vídeos. Yo veía a un chavalito de 18 años, sin camiseta, que te decía cosas como que lo que tienes que hacer es ligarte a la mujer acercándote y poniéndole la mano en el cuello. Y pensaba: «Vamos a ver, si haces eso… ¿Qué estás haciendo? ¡Distancia, por favor!».

Pensaba que era un tío flipadete que intenta buscarse su hueco en redes, pero cuando empiezo a ver más y mas contenidos así, e incluso me meto en los comentarios y veo a la gente dando las gracias diciendo que le habían inspirado, alucino. Y ahí saco lo del senséi, porque esta gente es un poco el senséi, el gurú de mucha otra gente. ¡Madre mía cómo está la sociedad!

 

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Y las frases, esas expresiones que has hecho célebres, ¿eran tuyas, las empleabas habitualmente con tu sorna de serie?

Sí, eran frases que yo usaba siempre. Lo de «enterrar el teleñeco» lo llevo usando toda la vida. Supongo que se lo habría escuchado a alguien y yo lo adquirí, pero lo llevo usando de siempre. No soy consciente. Igual que quien ahora lo use al escuchármelo.

Sí que es verdad que lo de estar «regulinchi» lo escuché en la pandemia muchas veces y fue una palabra que me encantó y la empecé a usar para todo. Y luego «el barco del amor» y todas estas frases son mías. No hay guion, soy yo.

¿Y tienes alguien cual senséi propio que valide tus vídeos?

Hace años sí que mandaba los vídeos para que los vieran. Pero como todo el mundo tiene que opinar y te dicen lo que cambiarían, lo que dirían, era un lío. El caso es que me guste a mí y ya está; luego, si le gusta a la gente, perfecto.

Siempre va a haber alguien que te diga que algo no le gustó y te frustra. Hay que creer en tu contenido. Cree y defiéndelo. Si dependes de la aprobación de todos, te frustras.

El otro día me hicieron una entrevista en el periódico de Asturias La Nueva España y uno decía: «Pues a mí no me hizo gracia». Y yo lo leía y pensaba: «Pues tampoco tengo que hacerte gracia». No tengo que gustar a todo el mundo. Si voy a pedir opiniones sobre mi humor, habrá gente a la que le gusto, gente que no, gente que cambiaría cosas, pero al final no sería yo.

¿Cómo definirías tu humor, por cierto?

Es un humor blanco: me río de mí, no de los gurús que hacen el contenido. Creo que es humor para todos. Es un humor family friendly. El humor de fracasadito, de un tipo introvertido… No sabría decir.

Me encanta lo del humor family friendly. Has conseguido una joya, magia, que guste a casi todo el mundo. ¿Algún consejo de «influencer mal» para no estar «regulinchis»?

(Risas). ¿Un consejo de influencer mal para no estar regulinchis? Pues ¡no mirar mis tutoriales! Salen mal todos. Y mucho menos ir a la fuente. (Risas). Bueno, puedes ir también para reírte. En internet solo hay que buscar recetas para cocinar, consejos de la vida no.

 

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Te gusta mucho la comedia, el stand up comedy. Siempre lo pregunto: ¿crees que hay una edad de oro del humor?

Sí. Y yo el humor lo consumía desde aquella época de la Paramount Comedy, YouTube, con la generación de Goyo Jiménez, Ernesto Sevilla, Agustín Jiménez… El humor me daba la vida. Y aunque dejé de verlo tanto, la comedia me salvó muchas veces de situaciones feas y lo utilicé como inspiración para hacer cosas a mi manera.

¿Referentes del humor para Daniel Fernández?

Mis referentes son varios. Agustín Jiménez. Me lo ponía de fondo incluso mientras me duchaba, me aprendía los monólogos, sus frases. Y el humor de Raúl Cimas siempre me pareció muy inteligente y muy bien construido.

Ah, y el tema de la libretita en mis vídeos lo hice el primer día como inocentemente, en plan como un chaval introvertido que toma notas para tomárselo en serio y llevarlo en su vida. Y luego me di cuenta de que es como Raúl Cimas, que llevaba la libreta a Late Motiv contando cosas: «Andreu, tengo aquí apuntado un chiste, me ha pasado esto». Y lo incorporé, muy rollo Raúl Cimas, pero como un chavalito que toma apuntes de los senséis. (Risas)

¿Cómo es tu proceso creativo?

Hace tiempo descubrí que si veía mis vídeos y me generaban una sonrisa es que me gustaban. Si lo veo y no me crean ninguna sensación, entonces tengo que volver a grabar.

Lo que hago es que me grabo y lo miro; vale, bien, sigo grabando; vuelvo al inicio del vídeo, lo vuelvo a ver todo y lo mismo no me gusta cómo puse una cara… Soy de ir grabando y volver para atrás, grabar y rebobinar.

Lo veo todo seguido para ver si hay continuidad, si tiene la misma línea de humor, si lo que digo al principio concuerda con lo demás. Tiene que tener un hilo, una coherencia. Por eso tardo tanto. Me tiene que gustar a mí. Y lo hago en mi casa, en el salón, sentado en el sofá.

Con la proyección que tienes, ¿te hacen ya encargos? ¿Te piden análisis de vídeos a la carta para hacer cuchufletas con esas cosas de senséis?

Sí, sí… (Risas). Me mencionan así, tipo: «Senséi, este vídeo es para ti». O «Haz tu magia aquí, hazlo tuyo». A veces, lo digo en mis directos de internet: que me manden vídeos de estos gurús rarillos de internet. Hay muchos vídeos que subo gracias a las recomendaciones de mis seguidores.

 

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¿Qué objetivo te gustaría cumplir en el mundo de la comunicación, con permiso del trabajo en el hospital?

Me gustaría dedicarme profesionalmente a esto. Me encanta. Sería una suerte poder tener tiempo para hacer lo que tanto me gusta y, además, es muy reconfortarte porque la gente te lo agradece. Me mandan mensajes así: «Oye, me has salvado una noche mala, una temporada mala», «Estoy en depresión y tus vídeos me alegran y hacen sentir bien».

Jo, poder vivir de hacer reír a la gente sería mi sueño. Cuando veía a cómicos o directores de cine, pensaba: «Vivir de hacer reír o despertar sentimientos a la gente es mágico». Yo los admiraba y los admiro. Que te paguen por hacer feliz a la gente es magia.

¿Y cómo te planteas el trabajo de la guasa viral ahora mismo?

Quiero seguir con esta frecuencia, como ahora, de un vídeo al día. Me lleva unas dos horas un vídeo de un minuto al día. En Vine eran de pocos segundos, pero aquí es un minuto.

Sí que he probado a lo largo de mi trayectoria muchas cosas: comentar películas en un minuto, otros contenidos, dar mi opinión sobre las cosas. Y voy a intentar tocar más palos. 

¿Te han llegado propuestas para subir a escena y salir de lo virtual?

Sí, me han escrito para hacer monólogos y presentarlos por el norte de España o para hacer un show. A mí lo de hablar en público me da igual. Yo antes era muy introvertido y con esto de Vine, YouTube y tal perdí la vergüenza. El verte, escuchar tu voz, ver tus reacciones, tu cara, grabarte un vídeo no es fácil.

Tú te miras en el espejo cada día cuando te peinas —bueno, yo ni me peino—, pero lo de verte en vídeo, aceptar tus gestos en un vídeo fue difícil al principio. Pensar: «Todo este lo ve la gente». Pero ese miedo lo perdí.

El salto sería crear contenido y llevarlo a un escenario y hacerlo en directo, entretener… Me llegan mensajes tipo «Ja, ja, ja, qué gracioso», pero ponte tú delante de cien personas a decirles un chiste y que no haga gracia. No sé, lo veo difícil, pero bueno…

Seguro que te reconocen ya por la calle…

(Risas). Ayer me quedé flipado. Estaba de espaldas, con mascarilla, hablando con David Pareja y un chico que pasó, de repente, me dijo: «Tú eres Daniel». Y me pidió una foto. Me reconocieron por la calle y me sentí famoso. (Risas)

Has contado alguna vez que tuviste una época difícil. Se lo preguntábamos hace poco al cómico Ángel Martín,  a vueltas con la salud mental: ¿la comedia te ha ayudado incluso en los baches vitales?

Sí, sí, de hecho, cuando peor estuve fue cuando más vídeos grabé. Hasta mis amigos me preguntaban cómo podía ser que estuviera deprimido y grabando vídeos de humor. Y yo les decía que una cosa no tiene que ver con la otra: si estás deprimido tienes tus momentos de bajón, de estar tirado, pero haces tu vida.

Y grabarme e intentar ese esfuerzo mental de estar bien me ayudó un montón. Y, sobre todo, también el ver a más cómicos. Tanto intentar hacer reír yo como que me hagan reír, a mí me ha ayudado personalmente. La comedia me ha ayudado por los dos lados.

 

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¿Qué reflexión harías en torno a la salud mental, la fama, el trabajo que hay para estar bien personal o profesionalmente?

Sobre el éxito, la salud mental… sí que diría a toda esta gente que ve el bum de las redes sociales —que yo también lo vi en su día— y trata de crear contenido y quiere llegar a la fama  o tener tantos seguidores, y se frustra porque no llega esa fama ni llegan esos seguidores, que no piensen que esto es una meta que hay que conseguir sí o sí.

Diría que hay que creer en el trabajo de uno mismo y encontrar, como me decía un día Agustín Jiménez, «tu propio payaso». Una vez que encuentras tu personaje y haces comedia o te sientes cómodo con lo que haces y crees en ello y sabes que lo puedes mantener y defender, si tiene que llegar el éxito llegará. Pero no hay que enfocarse solo en el éxito y en tener seguidores.

Todo llega. Hay que creer en lo que haces.

He querido dejar para el final, que ojalá lo sea pronto también para la pandemia, una pregunta: ¿cómo has pasado esta época? ¿Cómo la ha vivido un auxiliar de enfermería?

Esto sigue complicado, muy chungo. He tenido por desgracia gente que antes estaba y ya no está. Con esto del coronavirus tengo mucho respeto porque he visto a mucha gente estar y luego no estar. En mi sector lo hemos vivido por diez.

A mí me tocó vivirlo, además, con gente mayor. Cada día era vigilar la tos, la fiebre, al principio sin vacunas, gente mayor con enfermedades degenerativas… Veías la evolución y veías noticias malas todo el tiempo y lo he pasado muy mal. 

Y Daniel, ¿aquí el humor sirvió de nuevo como bálsamo?

Sí, creo que sí. El humor sirvió como bote salvavidas.

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Patrick Thomas

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