En esta guía de Valencia no sale ninguna obra faraónica de Calatrava

28 de enero de 2016
28 de enero de 2016
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Iban a poner Valencia en el mapa, y vaya si lo consiguieron. No hay día en que no haya un detenido por corrupción, se publique una noticia por las deudas derivadas de los sobrecostes o se descubra algún horror urbanístico como herencia de aquellos días. La Copa del América, la Fórmula 1 y Calatrava venían a resucitar una ciudad que había empezado a vender una imagen de sí misma distorsionada. Atrás quedaban los Chimo Bayo, Gandía Shore, Tómbola o, ya en consumo interno, Julio Tormo o Joan Monleón.

Lo que no contaban es que debajo había mucho más y sólo había que mirarlo. Y es lo que han hecho el economista urbano Ramón Marrades y el periodista Vicent Molins:’La nueva guía de Valencia‘ (disponible en castellano, valenciano e inglés) se centra en lugares, locales y personas que la gente no suele conocer. Tiene un puntillo modernillo, que a la vez es reflejo del cambio que ha vivido la ciudad en los últimos años con el torrente de acontecimientos (muchos traumáticos) que han puesto a la sociedad valenciana ante el espejo.

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¿Es posible una guía de Valencia sin sacar monumentos faraónicos?

Ramón Marrades: Lo que sería difícil es llenar una guía de Valencia sólo con monumentos faraónicos. Aquí solo hemos tenido tres o cuatro cosas gordas, y a pleno uso quedan la mitad. En cambio, se pueden llenar mil páginas de historias pequeñas con mucho valor. Lo que pasa es que hemos tardado en enterarnos de lo que valen.

Vicent Molins: Los pegotes faraónicos querían poner a Valencia en el mapa. Tengo muy claro que han atraído a muchos visitantes que antes no se hubieran planteado venir, pero han distorsionado lo que es Valencia. La mayoría de los que vienen, una vez se meten en vena a Calatrava, creo que acaban sorprendidos y viendo que las principales verdades de la ciudad, lo que la hace realmente distinta, no se lo habían contado. Por eso Valencia es imprevisible.

Entonces, ¿hay un turismo posible más allá de la paella, las fallas, la playa y Calatrava?

Ramón Marrades: Hay turismo más allá del inglés en chanclas bebedor de cerveza, más allá del autobús del Imserso, más allá del ‘Visite Valencia en 4 horas’ y más allá de la crew del Alinghi en la fiesta de Prada en el Mercado Central. El turismo es tan líquido que el turista se vuelve irreconocible. Hay quien quiere parecer lo menos turista posible, quien viene a vivir una temporada, quien está de paso pero se siente arraigado aquí, o nosotros mismos, que nos gusta hacer el guiri por casa algún domingo que otro.

Vicent Molins: Hace unas semanas el Mercado Central, un punto de admiración unánime para todos, celebraba una fiesta popular por la noche. Se agolparon miles de vecinos. Abarrotao. Contrastaba con esa fiesta de Prada que hace unos años cerró el Mercado sólo para vips. Me pareció un contraste significativo de por dónde van las cosas. Si los lugares usuales de la ciutat acaban siendo muy atractivos para los vecinos, acaban celebrándose, el resto vendrá.

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En el pasado hubo mucho movimiento cultural en Valencia, pero decían que el cierre de Arena fue el primer clavo de su tumba ¿Es verdad?

Ramón Marrades: La movida cultural nunca ha muerto aquí. Igual lo que pasó es que se puso tan gorda que perdió la agilidad. Una muy buena parte de la cultura se volvió esclerótica por la institucionalización. Nunca fue tan alto el presupuesto en cultura de la Generalitat Valenciana como en la época dorada de Consuelo Císcar y las bienales de arte. Y, a la par, siempre ha habido un movimiento subcutáneo, a veces más reactivo, últimamente mucho más proactivo. La Valencia que aparece en la guía lleva mucho tiempo transformándose. El cambio político ha sido, si acaso, un reflejo de eso.  

Vicent Molins: Hay también un peligro. Creer que como la movida cultural ha seguido produciéndose -más callejera, popular, en los barrios, cargada de voluntarismo- eso sustituye al resto y la cultura puede seguir dándose de manera precaria, como en estos últimos años.

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Durante décadas a Valencia se le asociaban nombres como Chimo Bayo, Santiago Calatrava, Joan Monleón… En vuestra guía salen muchos nombres, pero ninguno de esos: contadme alguna de sus historias

Vicent Molins: Monleón era un tipo del Carmen, entregado al kitsch, a la coentor, que estaba obsesionado por vincular comunidades muy distintas, vertebrar vecindarios a partir de costumbres propias. De los que sí salen en la guía me quedo con un nombre: Víctor Palau, editor de Gràffica, un medio online de diseño y creatividad que su pequeña redacción y él construyen desde la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Tienen una audiencia millonaria y sus principales visitantes proceden de Ciudad de México. Uno de esos personajes con cero complejos que están cambiando Valencia.

Ramón Marrades: A mí me hubiese gustado que Bayo, Calatrava o Monleón nos contaran su ciudad. Hemos preferido tirar de gente que conocemos y/o admiramos, gente no tan mediática y muy accesible. Aunque estoy seguro que Chimo lo es y Joan lo habría sido. Pensándolo bien, si Monleón estuviese vivo hubiésemos intentado que estuviera.

¿Ruzafa es ya un templo moderno o no?

Ramón Marrades: Si lo midiésemos por la cantidad de fotos de comida en Instragram seguro que es el barrio con mayor densidad de modernetes de Valencia.

Vicent Molins: Claro que lo es. Aunque el modernete más integrista está a esto de considerarla demasiado mainstream.  

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Al hilo de eso, ¿corre el riesgo de gentrificación que ya vivió en su día el Carmen?

Ramón Marrades: ¡La gentrificación feroz! La “reinvención” del barrio ha borrado muchos comercios de alimentación regentados por inmigrantes y ha cambiado un poco la demografía. Tengo dudas de si se está expulsando a la gente con menos poder adquisitivo o si son jóvenes que se mudan a compartir piso y son de facto más pobres.

El riesgo es que tanto bar y tanta discoteca expulse a mayores y familias por la incomodidad y el ruido, y sí, que le pase como a El Carme. Pero El Carme no se llegó a gentrificar nunca. Se convirtió es un una zona de fiesta que se cargó parte de la vida diaria. Afortunadamente ahora vuelve a estar vivo: algunos estudios, tiendas (de siempre y nuevas), algo de hostelería… Y es maravilloso por las mañanas.

Vicent Molins: Hay muy buenos ejemplos en lo que ha ocurrido con Ruzafa. Un barrio abandonado, que tuvo un aura de área peligro, y que acaba convirtiéndose en poco tiempo en una de las mayores atracciones urbanas por impulso vecinal, una arcadia feliz. Esa felicidad ha chocado con un crecimiento de usos para el ocio completamente explosivo, sin control, poniendo en riesgo sus logros y pudiendo convertir Ruzafa en parque temático.

Recomendadme un día por Valencia: un paseo, una visita, un café, un restaurante y un lugar donde tomar algo

Ramón Marrades: Almorzar en el Alhambra, leer el periódico en el Botánico, ver una partida de pilota en Pelayo, tomar una cerveza en el Cracovia y acabar con un concierto en Rambleta.

Vicent Molins: Y pasar la mañana en el puerto de Catarroja, comer en cualquiera de esos restaurantes que están haciendo de Valencia una buena ciudad gastronómica (paellas al margen), acercarse a media tarde a alguna de las horchaterías escondidas en plena huerta y dejarse perder por las callejuelas de Ciutat Vella haciendo parada en puntos verdaderos como Simple o Muez

1mercatcentral

Fotos: Shutterstock

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